SOMOSMASS99
Alfonso Díaz Rey*
Viernes 4 de noviembre de 2022
«Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
– Benito Juárez.
En momentos de extremo peligro no únicamente para la humanidad sino para la vida en este planeta, redoblar esfuerzos en la lucha por la paz es, sin duda, un tema de la más alta prioridad y una responsabilidad histórica para los pueblos del mundo.
La paz, entendida no solamente como ausencia de violencia y guerras sino como la construcción de condiciones que permitan a quienes habitamos la Tierra una vida digna y en armonía con la naturaleza, condiciones que a la vez propicien el respeto, la cooperación y la solidaridad entre los pueblos y entre los individuos.
Es de extrema urgencia detener los actuales conflictos armados, la violencia que asola a numerosos países y las provocaciones, pero no es menos urgente eliminar las causas que conducen a esas situaciones.
El despojo y la explotación impuestos por las potencias colonialistas y continuadas en mayor escala por las imperialistas, siempre en busca de mayores ganancias y de acrecentar su poderío económico, provocaron la desigualdad, la injusticia, el atraso y la pobreza que padece gran parte de la humanidad, y también son causa de muchas formas de violencia.
El capitalismo actual, como sistema dominante, solamente puede sostenerse a costa de cada vez mayor acumulación y concentración de riqueza, por ello el despojo y la explotación a pueblos y países, en variadas y sofisticadas formas, continúan operando como los mecanismos para mantener el poderío y superioridad económica de los imperialistas, generando contradicciones de todo tipo; incluso se intenta debilitar a otros países capitalistas que en algún momento pudieren ser competidores.
Ello explica los estratosféricos presupuestos militares, el enorme peso económico y político de la industria de armamentos, la proliferación de bases militares en territorio extranjero, la generación de conflictos armados en regiones con riquezas naturales o de importancia estratégica en términos de geopolítica, los intentos de desestabilización o el acoso a gobiernos y países insumisos, la derivación de la ciencia y la tecnología a usos militares, aspectos, entre otros, relacionados con el poder hegemónico.
Es un hecho históricamente probado que el imperialismo no puede existir sin las guerras, su mecanismo favorito para despojar a otros de sus riquezas, razón por la que la lucha por la paz requiere de un alto contenido antimperialista, ya que cualquier acción encaminada a erradicar la desigualdad, la injusticia, el atraso o la pobreza de los pueblos enfrentará poderosos intereses tras los que invariablemente estará el capital monopolista financiero e industrial: el imperialismo en persona.
Toda guerra y cualquier tipo de violencia son condenables. Muestran la incapacidad de resolver problemas mediante el diálogo y el razonamiento; la mayor afectación se da no en quienes por su incapacidad o por defender sus intereses las propician sino en los pueblos, que son siempre quienes aportan las víctimas.
Por tanto, son solamente ellos, los pueblos, organizados, quienes pueden construir las condiciones que conduzcan a un ambiente de paz. Los obstáculos no son pocos y son poderosos, no obstante habrá que esforzarse para que la fuerza de la razón triunfe sobre la razón de la fuerza.
En ello va el futuro de la vida.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Foto de portada:
1 Comentario
Excelente y muy oportuna reflexión.