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Luis Rodríguez / The Exodo
Tucson, Arizona / Lunes 31 de agosto de 2015
La zona más mexicana Tucson, en el llamado “Barrio Viejo”, vio desaparecer el Museo “La Pilita” que muestra la historia sobre raíces, primeros pobladores, fotografías, archivos y narrativas orales que exponían las tradiciones de este antiguo suelo que perteneció a México.
Ubicada a unas cuantas calles del Consulado de México en Tucson y en un medio de una de las zonas ahora con mayor plusvalía por la existencia de casas multicolores de adobe y teja, con jardines con nopaleras y cactus, el Museo “La Pilita” cerró su puertas ante la vorágine inmobiliaria y el nulo interés de las autoridades de Tucson por preservar este recinto cultural y educativo.
Después de 15 años de funcionamiento, sus fundadores y directores, Joan Daniels y Carol Cribbet-Bell, empacaron fotografías, cuadros, mobiliario y archivos, para abandonar la casa centenaria y la cual aún conserva en su exterior los murales que hablan de la historia y fundación de Tucson.
The Exodo recorrió el llamado “Barrio Viejo” que mantiene intactas las primeras casas de esta comunidad mexico-americana, que son uno de los principales atractivos de esta ciudad que se debate entre conservar sus tradiciones originales ligadas a México y las políticas antinmigrantes decretadas en Arizona.
El también conocido como “Barrio Histórico” está conformado por unas 13 cuadras de casas y misiones de adobe restauradas que fueron diseñadas al estilo de la arquitectura de los años 1870.
“Aquí vivíamos pura gente mexicana o de origen mexicano hasta hace algunos años. De pronto el Barrio Viejo se empezó a poner de moda y ahora están llegando muchos americanos a comprar las casas de adobe para remodelarlas”, comentó don Luis Martínez.
Sentado en la entrada de al desaparecido Museo de “La Pilita” indicó que a mediados de este 2015 fue cerrado definitivamente y con ello “están desapareciendo un espacio de mexicanidad, de tradiciones, donde se elaboraban las ofrendas de Día de Muertos o simplemente se podían ver fotos de la fundación de Tucson”, comentó el oriundo de Agua Prieta, Sonora y avecindado desde hace 60 años en Arizona.
“La Pilita” y su colorido mural muestran el primer afluente de agua que dio vida a Tucson hace más de 150 años, una capilla religiosa y la imagen de la Virgen de Guadalupe, los rostros de una mujer y un hombre mexicanos, así como el caluroso desierto y un esqueleto que muestra la tragedia de los migrantes que cruzan por aquí.
El Museo recibía alrededor de 6 mil turistas cada año y sobre todo era un espacio donde alumnos, sobre todo niños y adolescentes, acudían para conocer la historia de esta ciudad que derrotó al desierto.
Durante varios años, los estudiantes de tercero, cuarto y quinto grado aprendieron sobre el lugar del barrio en la historia de Tucson; ahí se reseñaron historias orales, se dieron tours del Museo y también funcionó como tienda de regalos.
El programa educativo que se ofrecía daba vida al lenguaje, historia, arte y arqueología para los niños. Incluso se escribieron libros sobre historia y folclore del barrio. «Este barrio estaba en transición enorme, y se perdieron esas historias”, lamentó Daniels.
En el sitio está la fuente de agua original que dio vida a Tucson. El barrio circundante fue el sitio del primer viaje de avión en la ciudad, además del lugar de la primera película.
También es el lugar donde se detuvo el movimiento de renovación urbana de la década de 1970 que demolió gran parte del barrio.
La exhibición del museo principal incluía mapas del barrio en sus diferentes épocas. Ahora esta parte del centro de la ciudad está viendo una nueva ola de desarrollo, pero “La Pilita” no podrá ya contar este nuevo capítulo de la historia de Tucson.
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