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Ciudad de México
Miércoles 25 de octubre de 2023
O sea, nuestra lucha, la lucha del pueblo ha logrado en las últimas décadas avances inimaginables todavía hace unos cuantos años, pero también debemos saber que hay que seguir adelante y fortalecer la formación de cuadros, los niveles de conciencia y sobre todo, ahora, de organización. Esto se hace más indispensable ya que las fuerzas opositoras: la burguesía, la oligarquía y el imperialismo permanecen al acecho de cualquier falla nuestra que les permita dividir a las fuerzas propulsoras del cambio, que a su vez les permita además retomar el control absoluto del país, como ha sucedido en las últimas décadas anteriores al gobierno de la 4T, de sumisión casi absoluta de la burguesía dominante al imperialismo y en consecuencia, de una subordinación del Estado a esos intereses.
Las condiciones nos exigen alcanzar nuevamente la Presidencia y una gran mayoría en las Cámaras de Senadores y Diputados, hasta lograr, entre Morena y los partidos aliados, la mayoría calificada, que impida la parálisis del próximo gobierno como pretende la derecha.
Solo una votación contundente puede evitar el fraude electoral con que sueñan las fuerzas conservadoras, y la intervención del Poder Judicial en contra del pueblo. Si no logramos un triunfo incuestionable, el Poder Judicial podría intentar anular las elecciones, producir un golpe de Estado “blando”.
La unidad ahora: el único camino del triunfo
Vivimos un nuevo momento político: dos fuerzas sociales se disputan el futuro de la nación.
Por un lado, la derecha: compuesta principalmente de las fuerzas conservadoras que se oponen a cualquier cambio que afecte las inercias sociales de desigualdad y. por tanto, los privilegios. Dichas fuerzas son poderosas; concentran la riqueza nacional, fruto de la explotación de los trabajadores o por enriquecimiento mal habido, a menudo a la sombra del poder público. Dichas fuerzas reaccionarias descansan en primer lugar en la clase dominante: la burguesía y sobre todo en su segmento más poderoso, la oligarquía monopolista; a la derecha la acompañan algunos segmentos sociales conservadores compuestos de ciertas subcorrientes de las clases medias y de la pequeña burguesía susceptibles a aceptar, por ignorancia o por convicción, la propaganda reaccionaria, por razones ideológicas rechazan también cualquier cambio que represente un avance para los de abajo.
Del otro lado, está la izquierda; ésta es una fuerza política en crecimiento, que no se limita a los partidos y a las organizaciones que se definen en ese campo de lucha, por el contrario, en la estructura social se descubre que los trabajadores de la industria y los servicios, así como del campo, conforman la clase social más numerosa e importante y, además, gran parte de ella expresa en sus luchas la defensa de los intereses propios en contra de quienes los explotan u oprimen y, en consecuencia, forman parte de las mayorías no privilegiadas; la izquierda es la que lucha por las causas sociales más genuinas, por lo tanto, está conformada hoy por amplios contingentes del movimiento obrero y de los trabajadores manuales e intelectuales de la ciudad y del campo cada día más presentes en el multifacético y policlasista movimiento popular que ha crecido y se ha desarrollado desde hace ya más de seis décadas, es la fuerza principal e inspiradora de las importantes transformaciones en marcha.
La izquierda y la derecha se enfrentan ahora de manera directa en una lucha social que representa intereses de clase diferentes, lo que será más evidente a partir de hoy, hasta las elecciones de 2024 y desde luego más allá de ellas, ya que ambas fuerzas sustentan dos proyectos nacionales contrapuestos y que en perspectiva pueden volverse antagónicos.
En el frente de la derecha no hay sorpresas ni novedades. Ya desde hace muchos meses, el Presidente López Obrador había desenmascarado el acuerdo de las fuerzas conservadoras más influyentes para postular a una candidata de su confianza y convertirla en “un fenómeno electoral”. Ella ahora representa al agonizante PRI, al PAN y al PRD, pero en el fondo apoya principalmente a la oligarquía, que es una especie de estado mayor de la burguesía. La derecha sustituyó el dedazo, que era de exclusivo usufructo histórico del Poder Ejecutivo, por una especie de colegio cardenalicio de la reacción, que es donde se toman las decisiones principales. A lo largo del camino para la “unción” de la señora Gálvez, los medios masivos de información se han sumado descaradamente a apoyarla por los intereses que representa, el grueso de la población no termina de verla con buenos ojos y se incrementa la preocupación de la derecha porque “no levanta”, no es el “fenómeno electoral” prometido.
Del lado de las fuerzas progresistas: los militantes de los partidos de la 4T y millones de trabajadores, además de integrantes de capas medias y pequeña burguesía, empleados, profesionistas, estudiantes y otros estamentos, hemos vivido un importante proceso de selección para elegir a quien habrá de encabezar al enorme movimiento popular en marcha.
Por primera vez en la historia de nuestro país se ha vivido un proceso democrático para la selección de quien debe dirigir el movimiento de la Cuarta Transformación, como le ha llamado el Presidente López Obrador a este proceso de cambios socioeconómicos y políticos. Ha sido sin duda un ejercicio innovador de selección de quien encabezará ahora la lucha por la transformación y que será muy posiblemente la candidata presidencial del movimiento, cuyo resultado final fue la elección de la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
A partir de ahora los esfuerzos de quienes aspiramos a un México menos desigual, justo e independiente deberemos orientarlos a apoyar las causas de los trabajadores e impulsar desde todas las corrientes del movimiento popular las transformaciones que proyecten la lucha hacia una sociedad más igualitaria. Lo que importa en nuestros días es evitar que las discrepancias por razones meramente electorales o por puestos y candidaturas nos dividan. Lo que verdaderamente importa hoy es establecer acuerdos de unidad entre las organizaciones y corrientes para apoyar las decisiones que emanen de los acuerdos mayoritarios.
El movimiento popular en marcha es diverso, multifacético y complejo. Está conformado por un pueblo con diferentes orígenes y posiciones políticas inicialmente distintas, lo que pone en los primeros planos la búsqueda de la unidad necesaria para alcanzar las cada vez más ambiciosas metas intermedias de una lucha de largo alcance que pretenda un país más igualitario en lo interno y solidario, genuinamente internacionalista y a favor de los desposeídos, principalmente de Nuestra América Latina.
Para avanzar en la unidad, toca a las fuerzas más activas en la transformación reconocer las experiencias de vida, de trabajo y de lucha de las decenas de millones de compatriotas, entender que en el fondo ellos son los verdaderos protagonistas e impulsores del cambio, ya que son los que generan la riqueza material, científica y cultural de nuestro país: mujeres y hombres, adultos y jóvenes, obreros, campesinos pobres y agricultores, empleados, desempleados, migrantes, indígenas, profesionistas, científicos, trabajadores de la cultura y el arte, empresarios no antinacionales o antipopulares, estudiantes y otros segmentos de la población. A ellos tendremos que dirigirnos y apoyar sus causas y demandas más genuinas, porque de ellos depende la estabilidad y perspectiva de esta lucha.
Los avances logrados en estos años de dirigencia de un gobierno popular encabezado por Andrés Manuel López Obrador han significado un gran avance para el pueblo de México. Tal vez lo más importante sea que se ha logrado elevar los niveles de conciencia social del pueblo de manera significativa.
Sin embargo, hay que tener claro que, el que una fuerza social representante de los desposeídos con presencia dominante en el Poder Ejecutivo y una parte del legislativo no basta. La lucha por la democracia debe redoblarse ahora, ya que existen grandes peligros para lograr un proceso genuinamente democrático. Importantes franjas, segmentos e instituciones del Estado y de la clase dominante se benefician de la persistente presencia de una especie de plutocracia.
¿Por qué nos referimos a ello? porque el capital, y sobre todo el capital monopolista, gobierna no solo en lo regional, sino en muchas de las más importantes actividades socioeconómicas en el país. Todavía tiene una influencia dominante en el plano nacional una oligarquía explotadora en lo nacional y entreguista en lo internacional, que cuenta con poderosos recursos e instituciones como los medios de información, el sistema judicial y el poder que brinda la propiedad sobre lo fundamental de los medios de producción, el comercio, la distribución y desde el apoyo del capital monopolista extranjero y de fuerzas reaccionarias dominantes de potencias capitalistas del orbe con fuertes intereses en nuestro país.
O sea, nuestra lucha, la lucha del pueblo ha logrado en las últimas décadas avances inimaginables todavía hace unos cuantos años, pero también debemos saber que hay que seguir adelante y fortalecer la formación de cuadros, los niveles de conciencia y sobre todo, ahora, de organización. Esto se hace más indispensable ya que las fuerzas opositoras: la burguesía, la oligarquía y el imperialismo permanecen al acecho de cualquier falla nuestra que les permita dividir a las fuerzas propulsoras del cambio, que a su vez les permita además retomar el control absoluto del país, como ha sucedido en las últimas décadas anteriores al gobierno de la 4T, de sumisión casi absoluta de la burguesía dominante al imperialismo y en consecuencia, de una subordinación del Estado a esos intereses.
Las condiciones nos exigen alcanzar nuevamente la Presidencia y una gran mayoría en las Cámaras de Senadores y Diputados, hasta lograr, entre Morena y los partidos aliados, la mayoría calificada, que impida la parálisis del próximo gobierno como pretende la derecha.
Solo una votación contundente puede evitar el fraude electoral con que sueñan las fuerzas conservadoras, y la intervención del Poder Judicial en contra del pueblo. Si no logramos un triunfo incuestionable, el Poder Judicial podría intentar anular las elecciones, producir un golpe de Estado “blando”. El regreso de la derecha representaría abrir paso no solo a la corrupción, sino al dominio incontrastable del imperialismo, la represión, el encarcelamiento y el asesinato en contra de las fuerzas más consecuentes del pueblo, tal como ha sucedido recurrentemente en América Latina y en el mundo. La derecha y el imperialismo y su ala radical el neofascismo, a diferencia de la izquierda, no se tentaría el corazón para convertir a México en una sangrienta dictadura.
La situación política actual exige a todas las fuerzas progresistas, profundizar en los análisis y la crítica, pero no contra quienes desde distintas posiciones luchan del lado del pueblo, sino encaminados al esclarecimiento de los problemas, contradicciones y cambios más importantes en marcha y entender la etapa que recorre el capitalismo mexicano y la lucha revolucionaria de nuestro pueblo. Destinar nuestros esfuerzos a ello es condición para la unidad indispensable en esta etapa de la lucha. Ello nos ayudará a avanzar en los trazos programáticos y estratégicos que correspondan a la realidad y que sirvan para enfrentar a los enemigos del pueblo y a las fuerzas que desde fuera pretendan desarticular la lucha que hoy libramos.
Los avances que las fuerzas progresistas han logrado, representados en el gobierno de AMLO, son muy importantes, no solo para nosotros sino también para Nuestra América Latina. Pero el camino de la unidad no es fácil. El oportunismo y la lucha interna desleal por candidaturas o puestos es un peligro que hay que librar, lo mismo superar el sectarismo de creer que lo que uno hace es lo único importante y que los otros no son de izquierda porque tienen posiciones diferentes.
La inconformidad de quienes aspiran a cargos importantes y que no los logran, como estamos viendo, generan desavenencias que afectan los trabajos de la unidad. Si Claudia Sheinbaum triunfó en una encuesta nacional y si las cinco encuestadoras obtuvieron resultados similares, el pueblo no debe confundirse. La dirección del proceso de transformación en la presente etapa está decidida por la gente misma. Admitirlo es una expresión de unidad que debemos valorar.
La suerte está echada. Avanzar lo más unitariamente posible es la condición del triunfo. La unidad de las fuerzas progresistas y revolucionarias solo podrá sustentarse en la unidad del pueblo. La unidad se logra únicamente a base de principios, posiciones correctas y con la acción política unitaria en las luchas presentes y por venir. Deberemos de desterrar las viejas prácticas de la izquierda convencional y admitir que lo que nosotros hagamos no es lo único importante en esta lucha de todos.
¡La unidad, el único camino!
México justo, libre y soberano.
Carmen Galindo, Magdalena Galindo, Gastón Martínez, Cecilia Madero, Agustín Ramírez, Natali Herrera, Juana Martínez, Consuelo Magos, Ovidio González, Arturo Gómez, Miguel Ocampo, Rosa Escalera, Eduardo Ocampo, Emma Lorena, Ignacio López, Alfonso Díaz, Moisés García, Víctor García, Fernando Ruiz, Gonzalo Pretelini, Ana Palomera, Artemio Ríos, Sandra Ortiz, Gabriela Franco, José Manuel Ramírez, Marcia Rodríguez, Elio Masferrer, Luz María Aguilar, Manuel de la Torre, Sandra Céspedes.
Foto de portada: IMER.
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