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NO TODO ESTÁ PERDIDO
Agustín Galo Samario
Golpeado políticamente, en el descrédito y con los niveles de popularidad más bajos que se recuerden para un presidente, Enrique Peña Nieto se presentó ante la Asamblea General de la ONU para hablar de todo, menos del caso que hoy mantiene en entredicho a su gobierno, no sólo en México sino a nivel mundial: Ayotzinapa
Peña Nieto dijo que nuestro país posee la legislación en materia de derechos humanos más robusta que se conozca y que se trabaja para hacerla vigente en todo el territorio nacional. Fue lo único. De ahí pasó a hablar del cambio climático, de que México se une a la inicitativa de Francia para restringir el veto del Consejo de Seguridad en casos de crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio. Terminó, en lo que fue lo más vigoroso de su discurso, alertando sobre los nuevos populismos de izquierda y de derecha que, por intereses personales y de poder, se aprovechan del miedo y la frustación social generadas por la crisis económica mundial.
El sábado se cumplió un año de la masacre de Iguala, donde murieron seis personas, tres de ellos estudiantes, 40 resultaron heridas y 43 normalistas fueron víctimas de desaparición forzada. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la CIDH días atrás había presentado el informe en que, con argumentos científicos, desacreditaba la verdad histórica de la PGR en la que aseguraba que los estudiantes fueron incinerados en el basurero de cocula y con que se pretendió cerrar el caso. Un catalizador para que las manifestaciones de protesta no sólo se realizaran México (en Guanajuato se organizaron por lo menos en la capital del estado, León, Irapuato, Celaya y San Miguel de Allende) sino en Europa, Estados Unidos y Sudamérica. Los datos son tan contundentes, que hasta las plumas pagadas del régimen tienen problemas para rescatar su imagen.
La mirada fría y la falta de respuestas del presidente y de su gabinete frente a las ocho peticiones que les presentaron los familiares de los desaparecidos en la reunión del jueves pasado, son el resumen del fracaso del gobierno ante una tragedia. Triste y lamentable que al cabo de un año no se tenga la más mínima certeza de que algún día se sabrá el destino que tuvieron los nirmalistas. Peligroso, que Ayotzinapa acompañe como marca indeleble al gobierno federal lo que resta del sexenio.
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