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Georgina Rodríguez*
Miércoles 31 de agosto de 2022
Con agrado y anhelo presento el siguiente texto, en el cual se trata desde un punto de vista histórico y científico la importancia del cultivo del maíz, cereal de gran relevancia a nivel nacional e internacional, el cual continúa siendo un símbolo de la cultura mexicana.
Los diversos temas que se incluyen en este texto son extensos por lo que los abordaré en tres entregas, pues es mi deseo que el lector tenga un entendimiento integral de la dimensión y posición en la que se encuentra el maíz, espero que lo disfruten.
El maíz cuyo nombre científico es (Zea maíz) es una relevante creación de las civilizaciones mesoamericanas [1], a quienes debemos el florecimiento de este nutritivo e importante cereal, el cual tuvo su plenitud en la Meseta Central y Sur de México, Centro América, la Zona Andina y las Antillas [2]. En la actualidad el maíz continúa siendo un símbolo de vitalidad, abundancia y fertilidad.
Investigaciones precisas han reportado evidencias de su antigüedad y origen; se reporta que México y Perú son los centros de origen del maíz. En la ciudad de México se realizaron excavaciones a una profundidad de 61 metros en las inmediaciones del edificio de Bellas Artes, encontrando polen fosilizado de maíz y de sus parientes silvestres Tripsacum y Teosintle; a través de la técnica de carbono 14, se ha identificado que las semillas presentaron una antigüedad de más de 10 mil años [3]. Otro estudio demostró que muestras de maíz encontradas en una cueva de Tamaulipas, presentaban una antigüedad aproximada de 4 mil 445 años [4].
Para los mexicas el maíz fue muy valorado, y se cultivó con técnicas de gran eficiencia como son la milpa y la chinampa. Su importancia y estética motivó la creación artística de bellas y apreciables obras de arte como los códices, la creación de historias y mitos, la gastronomía, la arquitectura, la cerámica, la escultura, la pintura, el textil y la joyería, entre otras.
La creatividad femenina se manifestó en las técnicas de elaboración de diversos alimentos, como tortillas, atole, pozole, tamales, pinole, tejuino, tejate, corundas, gorditas, tlayudas, sopes, tostadas y otras comidas y bebidas elaboradas a partir del maíz.
Muchas de las culturas mesoamericanas relataron de una forma lúdica la aparición del maíz; dichos mitos se transformaron en relatos cosmogónicos que narraban los ciclos naturales en los que, año tras año, el trabajo de las manos de los pueblos originarios realizaba la ardua tarea de obtener las semillas, las cuales eran consideradas como valiosa riqueza de la que dependía la reproducción de la cosecha futura y el bienestar de las comunidades y la biodiversidad.
El ciclo de vida del maíz otorgó a las culturas mesoamericanas la posibilidad de entender el orden del proceso ineludible de la vida y de la muerte. El maíz se cultivaba y producía en parcelas comunales en las que se trabajaba en forma conjunta y organizada, la producción agrícola no representó una prioridad mercantil para las culturas mesoamericanas, que mantuvieron una unión especial con la tierra, a partir de la cual se generó una actitud de cuidado, reproducción y mantenimiento de la vida [5]. Algunos de los textos que fueron rescatados y en los que se corrobora dicha información son: el Popol Vuh, el Chilam Balam, la leyenda de los Cinco Soles y los diversos códices, como el Códice Yoalli Ehecatl (conocido como Códice Vaticano), el Códice Madrid, el Códice Dresde, el Códice Colombino-Becker, el Códice Vindobonensis, y el Códice de la Cruz Badiano, entre otros.
Expertos en el tema convergen en que el maíz ha sido un símbolo de inspiración de donde surgió la mitología, la identidad y la influencia preponderante del maíz para la civilización mesoamericana, la cual dejó evidencias de su grandeza en registros culturales, históricos, gastronómicos, arqueológicos, antropológicos artísticos, lingüísticos y sociales[6].
Los primeros registros sobre el maíz que llegaron a Europa se encontraron en el manuscrito copia del diario de Cristóbal Colón, el cual fue publicado por Martín Fernández de Navarrete en 1827, se sumó la información aportada por cronistas y por frailes dominicos, franciscanos y jesuitas[7]. El primer intento sistemático de una historia natural en la que se ilustran y describen varias plantas entre las que se encuentra el maíz, fue escrito por Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez y se tituló De la natural historia de las indias.
Durante el periodo de la invasión Ibérica se enviaron al viejo continente diversos productos, entre los que se incluía al maíz; se introdujeron nuevos patrones culturales, lingüísticos y alimenticios. Las técnicas usadas por los españoles se basaban en el monocultivo y las herramientas agrícolas eran de metal. Las nuevas costumbres españolas incluían la crianza de animales de corral: vacas, ovejas, pollos y cerdos. Los españoles intentaron imponer el cultivo del trigo, sin embargo, el maíz mantuvo su preponderancia como cultivo alimenticio, pues su productividad era mayor. Para las diversas culturas de México el maíz representó una fuente de materia alimenticia y una importante conexión para sufragar sus necesidades espirituales y su continuidad histórica.
La estructura económica y social impuesta por los españoles, transformó radicalmente las tradiciones de los diversos pueblos de México, lo que debilitó la práctica del sistema comunal de los pueblos mesoamericanos, y aunque la práctica del sistema comunal no desapareció totalmente, fue avasallada por “la Encomienda y la Hacienda”. El maíz mantuvo un papel destacado en la economía de un período de activa mercantilización, durante el cual las semillas de maíz se exportaron a otras regiones del mundo, convirtiéndose, así, en un importante objeto de intercambio comercial. Las prácticas en el modelo productivo mesoamericano fueron transformadas y un tercio de los antiguos habitantes de América fue aniquilado, los que lograron sobrevivir se veían obligados a pagar tributo por sus muertos [8].
Durante el gobierno colonial se crearon los primeros métodos de incorporación a un mercado distinto al mesoamericano, en el que los peninsulares regulaban la producción y comercialización del maíz mediante instituciones como el pósito, la alhóndiga y la encomienda [9]. Dichas instituciones beneficiaron a hacendados, propietarios de minas y a la naciente burguesía urbana, pero no solucionaron el problema del hambre, lo que ocasionó que los precios de los alimentos fluctuaran de forma álgida. La escasez propició que el maíz se tornara inalcanzable para las clases populares, dando como resultado el desempleo, la emigración rural a las ciudades, la perdida de conocimientos tradicionales, las enfermedades, las epidemias, la maldad, el bandolerismo, la ociosidad, la vagancia, la pobreza y la miseria, la cual estuvo aparejada a una pérdida de valores, situación que originó un poder comercial basado en la especulación y el agio, que aún permanece arraigado a estructuras caciquiles.
El maíz fue cultivo importante en el virreinato y en los albores de la nueva nación mexicana que no pudo desligarse de las preocupaciones productivas, políticas y sociales que se entrelazaban con el maíz. Las ambiciones de poder y de bienes materiales motivaron el desalojo y desmembramiento de las comunidades indígenas, hubo una apropiación de personas y de tierra, y se estableció el modelo hacendario, sustituyendo a la encomienda, ambos diseños tenían un sistema de producción basado en la explotación del trabajo de los hombres y de la capacidad productiva de la tierra. Dicho sistema fomentó que el excedente de la producción de semillas y otros satisfactores primarios se canalizara principalmente a las ciudades, propiciando con ello que el comercio de semillas constituyera la base económica de esa época en la cual el maíz ocupó un lugar preponderante, siendo uno de los productos más valorados y demandados de la época, en la que se manifestó el acaparamiento de la semilla de maíz y ocasionó la gran hambruna de 1786 en la que murieron cien mil personas [10]. La naciente nación mexicana impulsó e impuso el mestizaje, el cual fusionó tradiciones en diversos territorios de México, sin embargo, diversos grupos étnicos se internaron en territorios poco accesibles y continuaron con tradiciones en las que el maíz formaba parte de su cotidianidad [11].
La mayor concentración de tierra se encontraba en manos de la propiedad privada, por lo que el pueblo mexicano se inconformó y estalló la revolución de 1910 que buscó, entre algunas otras cosas, las reivindicaciones agrarias y el proceso de reforma. Durante esta época se impulsó el diseño del monocultivo y la industria ganadera, ambas prácticas se extendieron en los territorios del centro y norte del país, diezmando así a la agricultura del maíz como forma de vida de la población mexicana, lo que dio cabida al proceso de incorporación de la tierra dentro de un nuevo sistema de producción en el que el maíz fue reflejo de la interacción política y económica de la época.
El estado postrevolucionario realizó un reparto importante de tierras. Sin embargo, dicho reparto no tuvo como objetivo regresar las tierras a los antiguos pobladores; se cumplió con el reparto sin importar las condiciones físicas de los terrenos, ni las necesidades de los campesinos, se impulsó “el ejido” como una modalidad de apropiación de la tierra. El reparto de tierras se basó en la creación de pequeñas y medianas propiedades, con lo cual no se eliminaban las haciendas, simplemente se evitaba el latifundio extensivo [12].
Como lo dije al principio, este artículo continuará en una próxima entrega.
Notas:
[1] E. Florescano. Imágenes y significados del dios del maíz. p. 36
[2] B. Mesa. Historia del maíz. p. 18
[3] Ibíd. p. 44
[4] Ibíd. p. 45
[5] M. León Portilla. Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. p. 202
[6] J. Staller. Histories of Maize. pp. 8, 9
[7] B. Mesa. Op .cit. p. 14, 16, 17
[8] E. Galeano. Las venas abiertas de América Latina. p. 58
[9] Encomienda: Institución socio-económica colonial mediante la cual los indígenas fueron tratados sin derechos y de una forma expoliadora
[10] G. Esteva. Los arboles de las culturas mexicanas. p. 25
[11] Museo Nacional de Culturas Populares. El maíz fundamento de la cultura popular mexicana. pp. 94-97.
[12] A. Warman. El cultivo de maíz en México: diversidad, limitaciones, alternativas. pp. 78-79.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece la autora.
Foto de portada: Annca Schweiz / Pizabay.
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