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Zaher Mousa* / The Cradle
Lunes 12 de febrero de 2024
A primera vista, las facciones de la resistencia iraquí parecen estar en conflicto sobre los ataques contra las tropas de ocupación estadounidenses. Pero una mirada más profunda sugiere que se trata de una estratagema estratégica, y que sus objetivos generales comunes siguen siendo firmes.
El secretario general de la facción de la resistencia iraquí Kataib Hezbollah, Abu Hussein al-Hamidawi, es conocido por sus declaraciones potentes pero precisas. Sus palabras tienen peso, a menudo contienen mensajes codificados que resuenan fuertemente dentro de su facción y más allá.
Tras el asesinato por parte de Estados Unidos de un líder clave de la organización, Wissam Muhammad Saber, también conocido como Abu Baqir al-Saadi, Hamidawi emitió un mensaje que contenía un versículo del Corán cuidadosamente elegido: «Nuestro Señor, derrama paciencia sobre nosotros, haznos firmes y ayúdanos contra los incrédulos». Curiosamente, el contexto del versículo es una invocación del ejército del profeta Saúl contra Goliat y sus fuerzas.
El uso del versículo por parte de Hamidawi probablemente indica la continua determinación de Kataib Hezbollah contra la presencia militar estadounidense en la región, a pesar de su reciente anuncio de que suspendería las operaciones militares contra las tropas de ocupación estadounidenses en Irak y Siria. Según los informes, esa decisión se tomó después de una inmensa presión del gobierno iraquí tras la operación Torre 22 en la frontera entre Jordania y Siria, que mató a tres soldados estadounidenses e hirió a varias docenas más.
Estrategias de facciones y conflictos regionales
Las fuentes informan a The Cradle que la suspensión de las actividades de Kataib Hezbollah es parte de una estrategia más amplia destinada a evitar una mayor escalada militar en Asia Occidental. Algunos incluso especulan que podría allanar el camino para un posible alto el fuego en Gaza, donde Israel ha llevado a cabo una campaña genocida durante los últimos cuatro meses después de la operación de resistencia a las inundaciones de Al-Aqsa del 7 de octubre.
Mientras tanto, la visita de Brian Nelson, subsecretario de Terrorismo e Inteligencia Financiera del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, a Bagdad tras la operación Torre 22 señala una nueva fase en la dinámica política interna de Irak.
Las medidas de seguridad se reforzaron notablemente durante la visita de Nelson, lo que refleja la gravedad de la situación. Fuentes parlamentarias iraquíes revelan que Nelson emitió duras advertencias sobre la imposición de sanciones al gobierno iraquí, en particular contra las Unidades de Movilización Popular (UMP), si los esfuerzos de Bagdad para sofocar las actividades de resistencia se quedan cortos.
Las ramificaciones de esas sanciones se extienden más allá de las facciones de la resistencia y afectan a diversos sectores de la economía iraquí y a instituciones predominantemente de propiedad chiíta. Si estas sanciones se intensifican y afectan a las propias Unidades de Movilización Popular (PMU), que forman parte integrante de las fuerzas armadas iraquíes, las repercusiones serían de gran alcance, afectarían a más de un millón de personas, incluidas las familias de los mártires y los heridos, y exacerbarían las tensiones sociopolíticas existentes en el país.
Aunque Kataib Hezbollah es una de las facciones de resistencia iraquíes más grandes y poderosas, su decisión de suspender las operaciones no implica un cese de las acciones militares de las facciones más pequeñas de Irak. Si bien la medida de Hamidawi se alinea con una estrategia regional más amplia, en particular las negociaciones de París destinadas a alcanzar un alto el fuego en Gaza, no todas las facciones iraquíes la han respaldado explícitamente. En particular, el movimiento Al-Nujaba del jeque Akram al-Kaabi no ha manifestado abiertamente su apoyo a la decisión de Hamidawi.
Los analistas sugieren que esta discrepancia es probablemente una maniobra estratégica deliberada entre Kataib Hezbollah y Al-Nujaba. La fuerza de este último reside principalmente en Siria, lo que mitiga en cierta medida la urgencia de una clara alineación con los asuntos políticos iraquíes.
La lucha de Sudani por la estabilidad
El primer ministro iraquí, Mohammed Shia al-Sudani, se encuentra en una posición precaria desde el inicio de la Operación Inundación de Al-Aqsa. La frágil situación interna, económica y política de Irak ha encabezado su agenda desde que asumió el liderazgo por primera vez a fines de 2022, y su gabinete ha lanzado una ambiciosa agenda para abordar las quejas públicas a través de amplios proyectos de infraestructura. Pero el estallido de la guerra en la Franja de Gaza ha roto el frágil alto el fuego entre las facciones iraquíes y la presencia estadounidense en Irak y Siria, desviando su atención hacia otra parte.
Ante la creciente presión, el primer ministro iraquí, bajo los auspicios del Marco de Coordinación que comprende a las fuerzas políticas chiíes, inició negociaciones con Washington para redefinir el papel de las fuerzas estadounidenses en Irak, con el objetivo de expulsarlas a ellas y a otras fuerzas extranjeras. Esta medida se produjo después de intensos ataques aéreos estadounidenses contra sitios en Irak y Siria en respuesta a la operación Torre 22, que ha exacerbado profundamente las tensiones entre Bagdad y Washington.
La postura del gobierno iraquí hacia Estados Unidos se endureció aún más cuando Estados Unidos acusó falsamente a Bagdad de tener conocimiento previo de los ataques aéreos, calificándolos de traición. A pesar de la negación de Bagdad, la disculpa de Washington, aunque tardía, no logró calmar la ira iraquí, especialmente teniendo en cuenta los recientes ataques turcos, iraníes y estadounidenses dentro del territorio iraquí.
Además, la incapacidad de Sudani para conseguir una reunión con funcionarios estadounidenses o conseguir una invitación a la Casa Blanca -algo inaudito para cualquier primer ministro iraquí anterior en los años posteriores a la invasión de Irak en 2003- ilustra el mal estado de las relaciones bilaterales entre los dos países.
Sin embargo, Sudani ha logrado convencer con éxito tanto a Estados Unidos como a las facciones de la resistencia para que den prioridad a las negociaciones de alto el fuego en Gaza en sus cálculos militares entre sí. Esta iniciativa diplomática tenía como objetivo desviar la atención de la escalada de tensiones dentro de Irak y tener un impacto positivo en la narrativa que rodea a la condición de Estado y la soberanía iraquíes.
Dada la naturaleza de la actual dinámica explosiva de Asia Occidental, todas las posibilidades siguen sobre la mesa, incluido el fracaso de las negociaciones sobre la tregua en Gaza, que podrían resucitar frentes militares secundarios en la región. Tal resultado expondría a Estados Unidos como un mediador de paz fracasado que favorece a su aliado, Israel, por encima de cualquier otra consideración.
Además, persisten los frenéticos intentos de Washington de separar las crisis de Irak, Siria y Yemen de las de la Palestina ocupada y el sur del Líbano. Esta estrategia tiene como objetivo obtener apoyo político para presionar a las facciones de la resistencia, particularmente en Irak, pero es una visión que los árabes de todo el espectro rechazan, con encuestas de opinión pública recientes que muestran que las poblaciones señalan a Estados Unidos como la mayor amenaza de la región, incluso dentro de los estados aliados.
En consecuencia, las facciones iraquíes se ven obligadas a buscar vías alternativas para ejercer presión e influir en los resultados en Palestina. Esto puede implicar la exploración de nuevos escenarios y el empleo de métodos novedosos, como sugieren fuentes dentro de la resistencia iraquí.
Imagen: The Cradle.
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