SOMOSMASS99
José Antonio Bueno Saucillo*
Miércoles 12 de enero de 2022
Ni duda, muchas de las grandes mentes dedicadas a la filosofía y al estudio de los estadios de las sociedades humanas se han ocupado de los profundos huecos individuales y los sobresalientes extravíos de las sociedades…
Nietzsche, Sartre, Eric Fromm, Byung Chul Han, entre muchos, a pesar de sus profundas diferencias y las distancias intelectuales e ideológicas entre ellos, nos brindan elementos de juicio a través del desarrollo de sus conceptos sobre el nihilismo, que bien podemos enlazar justamente con el neoliberalismo como un sistema económico/político fallido.
Con la seguridad de que muchos, tal vez multitudes de seres humanos, casi inconscientemente, estemos viviendo en un período de transición hacia el nihilismo, hacia la angustia de resentir el embate de un terrible choque del cual nos vemos privados de explicar causas, de no ser por la vacuidad contradictoria causada por la corriente aparentemente irrefrenable de la idea positivista de igualdad, la igualdad que pudiera sonar reivindicativa pero que es una trampa para encubrir el concepto de «lo igual» (su igualdad) y la repulsión a lo que sea diferente.
Este período de transición pudiéramos plantear que tiene dos caracteres fundamentales, la angustia y soledad, importantes componentes de la depresión.
Imperceptibles, léxicamente, culturalmente encubiertos por la famosa igualdad del sistema neoliberal.
Como todos somos iguales, lo común pasa a ser lo correcto, lo adecuado… el ahora de muchos, es lo correcto para todos.
Sólo que este ahora ha sido diseñado justamente para que los iguales sean muchos y rechacen a los distintos. Creando esta dinámica social, el sistema de lo individual explotable se fortalece y se reducen los objetivos, los anhelos colectivos y se mantiene ocupadas a las mayorías luchando entre sí por ser mejores y alcanzar una plenitud supuesta.
El objetivo final de los que mueven los hilos está en sus arcas.
Todos los individuos somos iguales, pero cada uno debe ser mejor que los demás.
Las capacidades, tus capacidades marcarán la diferencia entre los demás; aquí el asunto es que eres incentivado a ganar la carrera, mientras que al mismo tiempo las desigualdades económicas y sociales te frustran, de esta manera terminas culpándote a ti mismo de posibles fracasos.
El sistema neoliberal fabrica un hombre autodestructivo, el declive en picada del hombre neoliberal es marcado indefectiblemente por la depresión, la culpa y el ansia del éxito a toda costa.
Tú eres mejor, tú tienes más, tú sabes más, tú corres más rápido, tú eres más fuerte. La individualidad como máximo principio.
La anulación del principio humanista de colectividad, en pos del objetivo individual de ser mejor… pero en un conglomerado en el que se lucha a muerte con sus iguales para ganarse el derecho de servir al mercado, a la empresa, al patrón, al que explota. Unos y otros contribuimos a la explotación de los demás porque ser mejores es ser del equipo selecto del que manda… en eso consiste ser mejores.
Si bien atendiendo a los que saben, el nihilismo es vacío: una palabra por otra… podríamos ubicarlo como la característica fundamental de las consecuencias del desarrollo del neoliberalismo y sus efectos en el ser humano.
¿Puede alguien que está empeñado en ser el mejor para pertenecer a la corte empresarial preocuparse por sus semejantes, por la naturaleza, por cuidar el medio ambiente, por decir verdad siempre, obrar con respeto y ceñirse a las normas sociales de convivencia y respetar a la naturaleza?
No.
¿Cómo puede dar esto el que está vacío?
Un asunto fundamental es que ni siquiera estamos conscientes de lo que nos está ocurriendo… nos quedamos en el dolor, entrampados en el efecto, incapacitados para ver las causas.
Pensamos equivocadamente que es el momento principal de manifestarnos en contra del que ve diferente, del que piensa diferente… del distinto.
Ejercemos un rechazo, un desprecio prácticamente masivo en contra de todos los que se plantan del otro lado de nuestro modo de pensar y de vivir. El sistema nos tiene bien dotados de todo un arsenal que abarca los diferentes ámbitos de convivencia humana, en lo social, lo laboral, lo político, lo económico, lo deportivo, lo lingüístico, el entretenimiento, la información, lo tecnológico, lo científico, lo cultural…
Y todo lo apuntamos directamente a la cabeza de los distintos.
Se han hecho dos mundos diferentes: los que ofenden porque creen tener poder y los que ofenden por creer que no lo tienen.
Se expulsa al distinto, al mundo de lo diferente…
De esta manera pareciera que la visión de la igualdad socialista real, literal, se encuentra cada vez más lejana, un espejismo; resulta ser ahora lo distinto, lo expulsable, lo negativo el virus, lo sanitizable… lo pasado de moda, lo vintage, lo pobre, lo infeccioso, la muerte de la aspiración a ser mejores en esencia, no sólo en apariencia.
Marx resulta el diablo.
Dureza en la simpleza del razonamiento acertado sobre el asunto en cuestión:
“No-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada. La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. Refleja aquella humanidad que dirige la guerra contra sí misma” (Byung Chul Han, La sociedad del cansancio, Herder, 2012, p. 31).
“…vemos que, cuando una determinada clase se ve amenazada por nuevas tendencias económicas, reacciona frente a tal amenaza tanto psicológica como ideológicamente, y que los cambios psicológicos llevados a cabo por esta reacción contribuyen al ulterior desarrollo de las fuerzas económicas, aun cuando tales fuerzas contradigan los intereses materiales de esa clase” (Erich Fromm, El miedo a la libertad, Editorial Paidos, p. 336).
¿Inquietos, conscientes, indefensos, agotados, preparados, prestos?
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Efe Kurnaz (@efekurnaz) / Unsplash.
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