Plascencia, otra vez
Agustín Galo Samario
El jueves 14 de agosto, en Chalchihuapan, Puebla, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia Villanueva, afirmó que la Ley para Proteger los Derechos Humanos y que Regula el Uso Legítimo de la Fuerza por parte de los Elementos de las Instituciones Policiales del estado de Puebla, conocida como Ley Bala, es “una copia de los estándares” que ha establecido la Organización de las Naciones Unidas para regular la actuación de los cuerpos policiacos. No sólo eso, también se permitió elucubrar que la muerte del joven José Luis Tehuatlie por el disparo de una bala de goma, el 9 de julio, cuando pasaba por un puente en el momento en que pobladores de esa localidad se manifestaban contra el gobernador Rafael Moreno Valle por retirarles los servicios del registro civil, pudo haber sido solamente por una mala aplicación de los protocolos establecidos por ese marco legal.
Días atrás, organizaciones humanitarias acusaron al ombdusman de intentar sabotear el foro de evaluación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que se lleva a cabo en la Cámara de Diputados federal. La sensación que ha perdurado por años, por decir lo menos, de que Raúl Plascencia no es un defensor de los derechos humanos sino de quienes ostentan posiciones de poder desde los gobiernos, particularmente el federal, se convirtió ayer en certeza cuando medios nacionales dieron cuenta de que ha inaugurado un busto, un auditorio (el de la Comisión de Derechos Humanos de Puebla, gracias a su cercanía con Moreno Valle) y cátedras que llevan su nombre.
Organizaciones como Artículo 19, Observacom, las fundaciones para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho y Fundar, además de los centros de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez y Fray Matías de Córdova, calificaron la gestión de Raúl Plascencia al frente de la CNDH de opaca, ineficiente, callada y legitimadora de las violaciones a los derechos humanos.
Nadie sería tan ingenuo para pensar que el modo de actuar del ombudsman nada tiene que ver con el cambio de presidente de la CNDH en el mes de octubre, cuando el Senado de la República llame a iniciar el proceso. Él mismo ha dicho que por ahora son momentos de trabajo, pero que cuando llegue el momento decidirá si intenta su reelección o no. Es decir, la buscará. Acaso porque trabaja en aras de lograr apoyos entre políticos encumbrados, sus recomendaciones sobre casos emblemáticos, de ahora y de antes, caminan a paso lento.
El más enfático en reclamar su actuación ha sido el director del capítulo México de Artículo 19, Darío Ramírez, quien dijo a medios nacionales que “todas las sospechas han sido confirmadas”, toda vez que Raúl Plascencia Villanueva “prostituye a la institución. Los mexicanos estamos gastando mil millones de pesos al año para tener un ‘ombudsman bala’, un hombre que avala el poder”. Generalizados los señalamientos, graves de por sí, más lo es que los ciudadanos en todo el país no cuenten con una CNDH comprometida en la defensa de sus derechos humanos y en la consolidación del Estado de derecho, pero sí totalmente dependiente de los poderes públicos.
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