Compasión y selfies
Elena Arriola
El pasado Agosto fue un mes fatal para los amantes de las selfies. En Portugal, una pareja murió delante de sus hijos -de cinco y seis años- al intentar fotografiarse justo al borde de un acantilado. Apenas unos días más tarde, en España, cinco personas cayeron de un balcón en un intento similar. Una crónica de Juan Sardá hecha días después para El Mundo pasa revista a otros casos de autofotos que no salieron del todo bien, no por la imagen lograda sino por las consecuencias que ésta acarrearía. La lista incluye accidentes automovilísticos y hasta el caso del joven mexicano quien muriera al intentar una selfie con pistola en la sien, pero también remite a emblemáticas autofotos que pasan del mal gusto -como las de funerales, que ya constituyen todo un género- al escándalo -como la selfie en Auschwitz o aquella con el suicida del puente de Brooklyn de fondo-.
Según Wikipedia, el vocablo inglés selfie (cuya traducción al español sería ‘autofoto’) fue registrado por primera vez en un medio digital en 2002 y fue elegido por el Diccionario Oxford como la palabra del año en 2013. Según este diccionario, la selfie es una fotografía de uno mismo tomada por uno mismo, normalmente con un teléfono inteligente o una cámara web y compartida a través de una red social. También nos enseña Wikipedia que la primera selfie no se la debemos al iphone o a la primera cámara digital sino al daguerrotipo y fue hecha en 1839 por un fotógrafo estadounidense llamado Robert Cornelius. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Cómo hemos ido de un inofensivo autorretrato (por lo demás común ya en artes más tempranas como la pintura) hasta la caída en el abismo?
Los accidentes relacionados con autofotos se tratan simplemente de eso: accidentes. Podrían haber sido producidos por cualquier otro factor de distracción u obnubilación, como hablar por el celular o simplemente no tener cuidado al dar un paso porque se está viendo hacia otro lado (ese lado no tiene por qué ser la cámara de nuestro teléfono). ¿Será entonces que la selfie nos lleva más bien a un abismo psicológico o social? El tema ya es ampliamente debatido en internet, e interpretado en muchos casos como un síntoma de una cierta decadencia de nuestro tiempo, una especie de pandemia de la egolatría o el narcisismo.
En la crónica citada, Sardá cita al filósofo Fernández Porta, para quien la selfie no tiene que ver con narcisismo sino más bien con búsqueda de reconocimiento, lo que a final de cuentas no denota un ego enorme sino uno enfermo de inseguridad. Fernández Porta lo dice así: “Al final una selfie se parece mucho a la tradicional foto de la figura con paisaje. Lo que sí significa es que vivimos en una sociedad en la que el reconocimiento jurídico y el laboral han pasado a segundo plano y priorizamos el social. Puedes estar en paro e incluso ser un inmigrante ilegal y ser una estrella en Twitter.”
La propia definición de la selfie lo aclara: ésta cumple su misión una vez que es llevada a las redes sociales, pues nadie toma una autofoto para recordar un momento vivido, sino para situarse en ese tiempo y lugar precisos. Con la tradicional fotografía de paisaje se puede mostrar también dónde se ha estado ¿qué añade a esto la autofoto? La imagen, el cómo, el refuerzo para la sensación de yo, la autoafirmación. Si la imagen de usted en la actitud más “cool” no es suficiente, se pueden agregar “hashtags” que definan su ánimo. No es que tuviera usted la oportunidad de ver esa majestuosa cascada, es que esa majestuosa cascada fue testigo de su picardía, su valentía o lo que usted quiera. Y entonces los otros darán fe de haberlo visto ahí, osado y sonriente. En otras palabras, la fama vuelta un fin en sí mismo. La singular fotografía como consuelo del que no tiene nada más que ofrecer para ser admirado o respetado.
Este nuevo “arte” no tiene pues nada de peligroso, sino meramente de sintomático. Pero no nos quedemos entonces con la ya conocida crítica a la banalidad o a las cabezas huecas o los egos enfermos. Lo que antes implicaba tumbarse en un diván y hablar frente a un especialista sobre nuestras más recónditas inseguridades ahora está, por obra de la tecnología, a la vista de todos. La próxima vez que vea una selfie ya sea vergonzosa o de buen gusto, o la próxima vez que vea a alguien exponerse en las redes sociales, note sus carencias y sea compasivo. Y si la ha hecho usted mismo, no se avergüence, que para empezar no está solo. Deténgase sólo un momento para preguntarse qué está tratando de decirse. Con esa conciencia haga click en “upload”.
4 Comentarios
Muy buen comentario prima, mejor descripción no pude haber leído; ya decía yo que las «selfies» llevaban consigo una situacion psicológica irregular, por asi decirlo. Un abrazo muy fuerte y felicidades!!!
Gracias, Paty. ¡Abrazos!
HE DISFRUTADO MUCHO LA COLUMNA, «MUUUUUCHOS» NO DIRÁN LO MISMO, AQUÍ TIENES A OTRA LECTORA, UN ABRAZO, ¡FELICIDADES!
¡Gracias! ¡Un abrazo!