Algo en común (bis)
Elena Arriola
¿Qué pueden tener en común 192 mexicanos, hombres, mujeres y transgénero, entre 17 y 71 años de edad, usuarios de medios electrónicos (redes sociales e email)?
La quincena pasada me referí a una “indolencia reinante” en un lugar llamado México, de esa indolencia como una marca común a muchos mexicanos. Una semana después, una página recientemente creada en Facebook se empeñaba en confirmarlo. Ochenta y cinco personas le decían “me gusta” al odio y/o a la burla contra los 43 de Ayotzinapa. Ochenta y cinco mexicanos que tienen en común la suficiente falta no sólo de sensibilidad y empatía, sino de visión para entender que esos 43 no son un tópico de moda del que pueden llanamente declararse “hartos” como quien se harta del hit radiofónico del momento o de la propaganda política en tiempos de elecciones. Ese -el de la flojera, la ignorancia y la pachorra- es el único tipo de hartazgo que conocen esos 85 mexicanos.
Pero hoy me refiero a otro hartazgo y otros mexicanos. Hace quince días, en vez de lanzarles mis suposiciones les lancé a ustedes lectores mis preguntas. Con una encuesta de 20 preguntas intenté descubrir de qué manera los ha afectado una cotidianidad impregnada de violencia y si ustedes mismos la perciben como tal. Me preguntaba si la convivencia con la violencia los habría hecho evasivos como un presidente de la República o los habría dejado exhaustos como un procurador o los habría vuelto insensibles como un “genio” creativo de Nestlé.
Un par de aclaraciones para escépticos, ideologizados y amantes de la estadística
Mucho me fue señalado al lanzar la encuesta que ésta sería estéril, pues no obtendría una “muestra representativa.” A esto he respondido que hay que guardar las proporciones y tener en claro los objetivos y limitaciones de esta iniciativa. Se trata de un trabajo personal, no científico, no formal, no empresarial, que esperaba apenas conocer la percepción y opiniones de otros mexicanos y pasar así de escribir desde mi subjetividad a hacerlo a partir de una “subjetividad ampliada”, en este caso, la de otros 191 mexicanos (+1, yo también contesté la encuesta).
El número de participantes debe bastar para desanimar a los estadísticos, pero a eso hay que añadir que tienen absoluta razón cuando dicen que “la muestra” muestra bien poco. El cuestionario sólo podía llegar a gente con acceso a medios electrónicos y más aún, gente en relativa cercanía a mí, eso a lo que google nombra “círculos ampliados”: los amigos de mis amigos y familiares, los contactos de mis contactos. Sin embargo al conocer y analizar las 3,942 respuestas, me queda claro que la encuesta muestra más de lo que se proponía descubrir, pues una sola pregunta abierta, por ejemplo, motivó a muchos a describir ampliamente sus impresiones, creencias, motivaciones o falta de las mismas. Mucho ruido y pocas nueces. Enhorabuena.
La encuesta fue recibida en algunos pocos casos con escepticismo o mejor dicho, con desconfianza. No sé de qué modo podría haber despertado la impresión de pretender usarla como instrumento político-ideológico, cuando ésta no contiene datos alusivos a colores, partidos, copetes, guayaberas u otros. Las preguntas eran personales e intemporales sobre cosas que ha vivido usted, con las que ha crecido o con las que alguna vez se ha encontrado en su vida, no en un sexenio u otro, no en un estado u otro y tampoco le pregunté a quién culpaba por sus experiencias (aunque en esto muchos se explayaron aprovechando la única pregunta abierta).
Los resultados
Las preguntas que se referían al contacto de los mexicanos con la violencia y su percepción de la misma (preguntas 2 a 6) muestran uno de los datos más importantes que ésta columna quería conocer y resaltar. Un 86.39 % de los encuestados percibe los robos a mano armada, violaciones y golpizas como cotidianos. Otro caso: un apabullante 92.71% ha sido asaltado a plena luz del día o conoce a alguien que lo ha vivido. Se trata de delitos que no necesariamente tienen que ver con el crimen organizado y a los cuales “nos hemos acostumbrado”. Esto no es una valoración, no quiere decir que no nos importe o no nos duela si es que nos toca a nosotros o a un ser querido, sino que no nos sorprende. Es algo que está ahí y lo hemos visto lo suficiente como para no considerarlo extraordinario. Las extorsiones y amenazas por teléfono son también “pan de cada día” (pregunta 4) y poco más de la mitad de los encuestados (100 personas) conocen a alguien que ha sido secuestrado (pregunta 5).
Éstos son los padecimientos que tenemos en común. Otro tipo de violencia, más extrema, asociada al narcotráfico, está presente en nuestras vidas aunque quizás no nos haya alcanzado personalmente. Las ejecuciones y exposición de cuerpos degollados y colgados son también cosa generalizada por lo menos en las noticias, aunque la mayoría de los encuestados (80.63%, pregunta 6) no los ha vivido de primera mano. Frente a esta violencia conservamos aún una cierta distancia. ¿Podremos mantenernos al margen? El caso Ayotzinapa nos invita a una reflexión en ese sentido, pero no es el único sino sólo el más reciente. O si no que se le pregunte a los grupos de autodefensas si alguna vez ellos no pensaron también que podrían mantenerse al margen y convivir a una sana distancia con la delincuencia organizada.
Estos dos tipos de violencia, la que nos alcanza y la que aún no, son nuestra constante amenaza. ¿Qué provocan en nosotros? Las ventanas enrejadas, el miedo a caminar solo(a) por las calles y la desconfianza en -si no es que miedo a- la policía son también parte de nuestra vida cotidiana (preguntas 7 a 10). ¿Le parecen todas cosas normales o justificables? Quizás cambiaría su respuesta simplemente con visitar otros países, donde usted sería el marciano hablando de sus rejas y sus miedos.
El coraje, la impotencia y la tristeza, son las emociones que dominan entre los encuestados ante los hechos de violencia (pregunta 18) y ¡oh sorpresa mía! sólo 2 de ellas se mantienen indiferentes. Todo esto parece muy dramático y razón suficiente para perder la motivación. ¿Qué hacemos tantos rabiosos, indignados, tristes e impotentes? ¿Podemos imaginar un México dónde esas no sean calamidades de todos los días? ¿Podemos vislumbrar soluciones? ¿Podemos todavía creer en algo?
La mayoría (69.73%, pregunta 19) ve en la educación la vía o herramienta clave para una transformación. “Educación” es una palabra que se repite constantemente en la pregunta abierta y que no tiene nada que ver con la escolaridad (algo que muchos políticos no han entendido o no quieren entender). Se refiere, por una parte, a los valores y ejemplos que se obtienen en el núcleo familiar. Muchos de los encuestados creen en valores como Dios, el amor, la honestidad, etc. y en la fuerza de ese núcleo, la que consideran suficiente para una transformación a largo plazo.
Algunos dan un paso más y llevan la práctica de dichos valores más allá del circulo personal y familiar para devolver el control de lo político a la sociedad. Es decir, que lo que se aprende en lo privado se practique también en lo público; que las personas educadas sean también ciudadanos educados; que los ciudadanos, tanto como las personas, aprendan a tomar decisiones con consciencia y no por necesidad, miedo u obligación.
En resumen, la visión de los participantes se orienta hacia la formación de un ciudadano modelo, que pueda exigir derechos y cumplir obligaciones; que deje de ser sólo aquél que padece la vida política, se adapta y es moldeado por ella y se convierta en un agente, en una pieza funcional de un gran sistema. Las preguntas 11 a 17 le permitirán a usted, lector, y a los propios participantes de la encuesta, reflexionar sobre su actitud y su comportamiento tanto en lo personal como en lo social.
¿Cómo nos convertimos en esa persona, en ese ciudadano? ¿Nos lanzamos a las calles, firmamos cómodamente peticiones en internet, armamos la revolución, amamos a nuestros hijos? Yo no tengo una respuesta certera, pero le ofrezco una expresión de un encuestado, que me gustó particularmente: con “compromiso con las grandes y pequeñas causas.”
Según yo, no tiene que convertirse en luchador social si siente que no es su papel, tiene simplemente que aceptar el hecho de que no está solo, que las acciones de los demás le afectan y las de usted a ellos y en esa medida tiene una función que cumplir; tiene que hacer lo que le toca porque las empresas son muchas y de todos los tamaños: usted decide si la suya es familiar, comunitaria, local, estatal, federal o transnacional; tiene que saber que hay por lo menos 192 personas que se han preocupado como usted, están reflexionando y decidiendo cuál es su papel en todo esto. Ciento noventa y dos mexicanos, hombres, mujeres y transgénero, entre 17 y 71 años de edad, usuarios de medios electrónicos (redes sociales e email), tienen en común que han asumido esta responsabilidad y están dispuestos.
Agradezco a todos los participantes por su tiempo, comentarios, ideas y opiniones que difícilmente podrían ser presentadas con toda justicia en esta columna. Todas las respuestas de la encuesta pueden ser consultadas aquí.
3 Comentarios
Aplausos
Estás haciendo algo muy importante
«La pluma es más poderosa que la espada» y más cuando se maneja como tú lo haces. Quizás no estés plenamente consciente del poder y la importancia de tus palabras, por lo que me atrevo a recordártelo: Estás haciendo una importante labor por México al escribir así. Eres una inspiración. Al menos para mí.