SOMOSMASS99
Laura Cuevas Rodríguez*
Miércoles 15 de febrero de 2023
I
La señora, entre preocupada y apurada porque ya se le ha hecho tarde y tiene que recoger a su nieta de la escuela, se impacienta ante la demora del micro, no viene, se hace tarde, las maestras le llamarán la atención. Intenta tranquilizarse: “No la dejan salir, como quiera me esperan”. De manera rápida hace un recuento de sus actividades de la mañana: “la traigo, almuerzo, luego recojo y además hoy puse la lavadora, por eso se me hizo tarde”. Acepta que llevar y traer a su nieta a y de la escuela es un trabajo pesado, pero con energía y seguridad de mujer grande concluye: “Pero no me quejo, mis nietos son mi vida, cómo no los voy a ayudar”. Aparece el camión, respira aliviada y aborda.
II
Platican y se ríen entre ellos y ellas, están de pie en grupos de tres, dos o cuatro, algunos con cubre bocas otros no, ven el celular, llegan otros u otras, se saludan, suben el volumen de las risas, de vez en vez voltean hacia donde debe aparecer el camión; no viene, siguen otro rato las charlas entre ellos y ellas. Se siente pasar el tiempo con impaciencia, al fin aparece el camión, lo abordan de prisa, pagan con monedas o con tarjeta SIBE. El camión sigue su recorrido habitual, el chofer pone su música favorita, suena la cumbia con esa canción pegajosa que dice en su estribillo: “qué bello cuando me amas así…” y a esa hora de la mañana, antes de las ocho, da la sensación que esas notas musicales, para tortura de unos, desprecio de otros y goce de muchos, serán eternas, no pasarán. El camión, con sus juveniles pasajeros, entra a la colonia Monte Blanco, pasa las calles pavimentadas y entra a la calle llamada Reforma Agraria. Entonces el camino de alguna manera hace honor a su nombre, una polvareda abundante aparece y se mezcla con la cumbia y la juventud de los pasajeros que conocen bien el camino y ya no hacen expresiones notorias ni ante la música ni ante la invasión del polvo al interior del camión, permanecen indiferentes, algunos platican en voz baja, ríen con risas apagadas, pronto serán las ocho y al parecer llegarán a tiempo a sus clases de la universidad.
III
Viene el camión, lo abordan de prisa hombres y mujeres con su mochila o bolso de trabajo, arreglo personal para ir a sus labores: ropa limpia, peinado recién hecho, maquillaje, cubre bocas…
El alto parece durar más de lo que debiera, la ruta en este horario no va tan llena. Hay varios lugares desocupados, bajan y suben pasajeros en las diferentes paradas. Suena la música, es irreal: “perdóname mi amor por ser tan guapo…” Los pasajeros en silencio, el chofer de manera impune sigue con la demostración de su afición por Rigo: “A Asunción le dejo aquí mi corazón, a María toda toda mi alegría, un millón de abrazos para Concepción, a Teresa… a la cruel Amparo…”
IV
Concepción, Asunción, Amparo… casi llegamos, pido la bajada y pienso que ya nadie pone esos nombres a sus hijas, ese tiempo ya pasó, ese México ya se fue. Bajo y Rigo sigue cantando en el microbús.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece la autora.
Foto de portada vía Flickr.
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