SOMOSMASS99
©Gaudencio Rodríguez Juárez
Con el fin de año viene el recuento, con el inicio, los propósitos. Los ciclos anuales sirven para hacer un alto en el tránsito saturado de este mundo desbocado. “No vayas tan lejos porque te perderás”, me dijo mi hijo cuando tenía cinco años de edad; “mejor vamos año con año”, pienso yo.
Los propósitos son intenciones y el país, el mundo y el infierno están empedrados de buenas intenciones. Los propósitos son el mapa pero no el terreno, la fórmula pero no el resultado, el medio pero no el fin. Para explorar el terreno, obtener un buen resultado, y para llegar al fin, hace falta ponernos manos a la obra con visión, voluntad, disciplina y constancia.
Para cumplir con los propósitos es necesario que estos sean concretos, sencillos, realizables y estimulantes para convertirlos en compromisos; la motivación no es tan intensa cuando la lista lo incluye a uno solamente (hacer ejercicio, bajar de peso…) como cuando incluye a los otros (contribuir a una causa concreta, jugar más con mi hijo, dialogar más con mi esposa, ayudar a mis amigos…).
Es mejor pensar en propósitos y compromisos que incluyan al colectivo, a fin de cuentas, para llevarlos a cabo generalmente será necesario cumplir los individuales.
Y nada más estimulante que proponernos dejar un mundo mejor; Sergio Sinay, experto en vínculos humanos, sugiere que el lugar para empezar tal cosa es aquel que habitamos, nuestro hogar, nuestro trabajo, el espacio de nuestros vínculos, la calle, los espacios públicos y comunes compartidos, y las herramientas se llaman sentimientos, valores, conciencia, voluntad. Replico algunos sencillos propósitos que planteó tiempo atrás:
– Comunicarnos, dedicando tiempo y presencia en lugar de sólo conectarnos. Tener más amigos reales y menos contactos en Facebook.
– Relacionarnos con el otro por lo que el otro es y no por la utilidad que puede brindarnos.
– Desprendernos en el año de al menos diez cosas que no usamos, y que están en buen estado, para cederlas a quien de veras las necesita.
– No sobrepasar los límites de velocidad cuando conducimos. Y cruzar la calle en las esquinas cuando somos peatones.
– Sonreírle al menos una vez en el día, y sin motivo, a una persona desconocida. Saludar y agradecer.
– Pedir para nuestro cumpleaños que, en lugar de hacernos regalos, nuestros familiares y amigos donen algo a una institución solidaria.
– Limpiar lo que ensuciamos, devolver lo que pedimos, reparar lo que rompemos, apagar lo que encendemos, sanar las heridas que provocamos, pedir disculpas cuando corresponde (y acompañarlo de un hecho reparador).
Yo añado:
– Abrazarnos y besarnos más.
– Tratar al prójimo con respeto y amor, en especial a los niños y a las niñas, educarlos sin golpes ni humillaciones.
– Cumplir con lo que nos corresponde como ciudadanos y exigir al gobierno que cumpla con lo que le toca.
– Ayudar más al prójimo (al próximo, al que está a nuestro lado) en lugar de solamente postear o publicar en redes sociales las tragedias de personas de otras latitudes.
– Recoger lo que tiramos, ordenar lo que desordenamos, cerrar lo que abrimos, realizar lo que nos proponemos, cumplir lo que prometemos, pensar lo que decimos y hacemos, reciclar lo más que podamos, consumir sólo lo necesario.
Me sumo a las palabras de Sinay: si ante estas propuestas (y las que cada quien puede agregar), alguien dice “No quiero”, le creo. Si dice “No puedo”, no le creo.
Mis mejores deseos para ti este 2016 que ya está en marcha.
Psicólogo / [email protected]
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