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Pepe Ramírez*
Miércoles 20 de octubre de 2021
San Miguel de Allende vivió prácticamente todo el siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX, un largo letargo durante el cual perdió el brillo y esplendor alcanzados en el siglo XVIII. La guerra de Independencia y la Revolución Mexicana fueron en parte la causa de la ruina de la otrora señorial Villa, así como los efectos de la Guerra Cristera iniciada en 1926.
Poco hay que decir del San Miguel del siglo XIX. Quizá recordar que para 1818 un espíritu brillante nació en San Miguel: Ignacio Ramírez El Nigromante, cuya obra y pensamiento han sido poco difundidos en San Miguel, y que siendo conocido como el Voltaire Mexicano, fue uno de los artífices del Estado, concepto fundamental en la aprobación del conjunto de ordenamientos conocidos como las Leyes de Reforma y para la Constitución de 1857.
La estabilidad política y social que vivió el país en las últimas décadas del siglo XIX y la primera década del siglo XX, permitieron cierta recuperación económica en la región. Las grandes haciendas rurales porfirianas procuraban la producción de insumos básicos y de empleo. Poco cambió la fisonomía urbana de San Miguel, más allá de la restauración y a veces modificación de fachadas, tanto en domicilios particulares como en edificios públicos y religiosos. Entre los años 1880 y 1890, se transforman, en manos de un viejo maestro de obras, Zeferino Gutiérrez, la vieja portada del templo parroquial de San Miguel Arcángel y la torre del reloj adjunta, en fachadas de un cuestionable estilo gótico que se conserva hasta la actualidad y que ha dado identidad a la ciudad.
Don José López Espinoza, cronista de la ciudad ya fallecido, en su obra La Villa de San Miguel el Grande y la Ciudad de San Miguel de Allende [1], enlista una serie de sucesos importantes del siglo XX. Sobresalen, en sus primeras décadas: la inauguración de la fábrica textil La Aurora, en 1900; en 1903 la instalación de un tranvía de mulas, que unía al centro de la ciudad con la estación del tren; en 1908 el estreno del alumbrado público; en 1921 la fundación de una escuela de Artes y Oficios, ya desaparecida, en un edificio ubicado en las actuales calles de San Francisco y Reloj; en 1937-1938, el surgimiento de una Escuela de Bellas Artes, en el antiguo convento de las Monjas de la Purísima Concepción −mediante alquiler a particulares por parte de la Secretaría de Hacienda−, cuando era presidente de la República el General Lázaro Cárdenas del Río. Hasta aquí el recuento de López Espinoza (posteriormente ese edificio de las Monjas fue entregado en donación por la Secretaría de Bienes Nacionales al Instituto Nacional de Bellas Artes, fundándose así, en 1962, el Centro Cultural Ignacio Ramírez, una de las prestigiosas escuelas de arte de la ciudad).
Durante su primera época, la Escuela de Bellas Artes acogió a reconocidos maestros: Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, entre muchos.
Para fines de los años 30 del siglo XX, llega a radicar a San Miguel un hombre que, con su quehacer en el ámbito artístico primero, y de filantropía social, después, marcaría en buena medida el destino de San Miguel de Allende, de los años 40 a los 90 del siglo pasado: Stirling Dickinson.
De su llegada el 7 de febrero de 1937 al pequeño poblado de entonces, el propio Dickinson nos regala una visión:
«Había solo la luz suficiente
para que pudiera ver la Parroquia
emergiendo de entre la neblina.
Y pensé: ¡Dios mío qué vista!
¡Qué lugar!
Y en ese momento me dije a mí mismo:
Aquí me voy a quedar«[2]
A partir de su arribo comienza a gestarse algo que algunos autores han definido como una “confluencia cultural”, que rescataría a San Miguel del pasmo en el que vivía. Permítaseme esta larga cita que nos permite dibujar el espíritu de este personaje:
“Fue nombrado director de la Escuela Universitaria de Bellas Artes de San Miguel. Dickinson promovió activamente la nueva escuela, visitando universidades y centros culturales y repartiendo volantes en varias ciudades de Estados Unidos. La escuela se dirigió principalmente a estudiantes extranjeros y mexicanos adinerados, pero también ofreció talleres de bajo costo para estudiantes locales, enseñando técnicas tradicionales de tejido y cerámica y ayudando así a preservar sus tradiciones culturales… Durante la Segunda Guerra Mundial, Dickinson sirvió en Inteligencia Naval y en la Oficina de Servicios Estratégicos en Washington e Italia entre 1942 y 1945… Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945, el GI Bill[3] financió la educación gratuita para los veteranos, muchos aprovecharon la oportunidad para estudiar arte en San Miguel, donde el costo de vida era muy bajo. La escuela contrató al muralista David Alfaro Siqueiros como conferenciante, un comunista prominente. Tuvo una disputa con el dueño de la escuela, Alfredo Campanella, por la financiación. La mayoría de los estudiantes apoyaron a Siqueiros, y al final la mayoría se fue. La escuela se vio obligada a cerrar en 1949… El 12 de agosto de 1950 Dickinson fue deportado junto con otros cinco profesores estadounidenses y la pareja canadiense Leonard y Reva Brooks… A su regreso a San Miguel, se convirtió en director de arte del recién inaugurado Instituto Allende… El 29 de agosto de 1957, el New York Herald Tribune publicó un artículo titulado Más de 100 expatriados rojos en México vistos como un peligro para Estados Unidos. Decía: ‘Dos de las comunidades más pintorescas de México, Cuernavaca y San Miguel de Allende, se han convertido en la sede de algunos de los comunistas más ricos y activos de Estados Unidos. Los verdaderos líderes del grupo, dicen fuentes de la Embajada, son [Albert] Maltz, [Maurice] Halperin, y un supuesto hombre misterioso llamado William Sterling Dickinson…’ La revista Time publicó una versión de la historia titulada Red Haven en la que decía que Dickinson ‘mantiene la jornada de puertas abiertas para los comunistas y compañeros de viaje’. Un bufete de abogados de Chicago del que el padre de Dickinson era socio amenazó con demandar y obtuvo disculpas públicas de ambas revistas. El New York Herald Tribune publicó un artículo en el que elogiaba el instituto, el bajo costo de vida y la diversidad de los estudiantes, señalando que ‘no hay nada bohemio en el grupo del Instituto’. Dickinson continuó trabajando en el Instituto Allende hasta su jubilación en 1983…”[4]
Esa intensa actividad de Dickinson provocó la migración de miles de estudiantes, particularmente de los Estados Unidos y de Canadá, a San Miguel y una nueva fuente de desarrollo económico salvarían a San Miguel de la decadencia, inaugurando con ello una nueva etapa de gloria y esplendor.
Los años 50, 60 y 70 se distinguieron por una presencia muy importante de la Escuela de Bellas Artes y del Instituto Allende. Decenas, cientos de extranjeros, primero, y miles, después, llegarían a San Miguel, no sólo a realizar estudios de arte, sino a radicar en esta ciudad, atraídos por su poco a poco recuperada arquitectura, su clima, su magia. Decenas de casas comenzaron a ser recuperadas para alquiler; otras fueron siendo adquiridas por la comunidad extranjera para, así, afianzar su residencia en San Miguel. Fueron años de esplendor cultural, de transformación de la dinámica social: originarios de la ciudad trabajando como choferes, jardineros, trabajadoras del hogar, empleados en el cada vez más creciente número de galerías de arte. El Teatro Ángela Peralta, teatro de cámara inaugurado en 1873, con su portada modificada en 1915, tiene una gran actividad: conciertos, obras de teatro, exposiciones de pintura, pastorelas, festivales de todo tipo. Se funda la Biblioteca Pública de San Miguel, A.C., a instancias de la comunidad extranjera, impulsando proyectos de promoción de la lectura para los niños y población sanmiguelense, inaugurada en 1958 en el viejo edificio del Colegio de Niñas y Matronas de Santa Ana, en la actual calle de Insurgentes. El impacto de la biblioteca fue también determinante: confluencia de nativos y extranjeros en sus instalaciones, talleres de pintura infantil, salas de lectura con acervo muy importante de miles de libros en sus salas; más recientemente, teatro, cine y música en su espacio teatral; becas para jóvenes estudiantes, impresión de un semanario y muchas actividades más.
Para fines de los 60, durante el verano, fue arribando a San Miguel otro sector de población extranjera, jóvenes que demandaban cursos y talleres a las escuelas de arte ya existentes, al mismo tiempo que iban requiriendo de otros servicios. Se comienzan a explotar las zonas de aguas termales con la instalación de albercas. Surgen servicios de hotelería, tiendas de artesanías, bares, centros nocturnos, amenidades de diverso tipo. El Centro Histórico se va convirtiendo, poco a poco, en una zona de alta demanda de servicios y, por supuesto, de casas habitación, particularmente para los residentes de alto poder adquisitivo. Se van creando, en el perímetro de la vieja ciudad, colonias y asentamientos de todo tipo. San Miguel se había transformado, en pocos años, en un importante centro turístico, de fama nacional e internacional… De las entrañas de este fenómeno, que da brillo y gloria a San Miguel, comienza a surgir la voracidad, la especulación, la ambición, la hidra de mil cabezas que podrá significar también su ruina.
Y es que siendo sumamente atractivas las inversiones en bienes inmuebles, comienzan a surgir a mediados de los años 90, agencias de bienes raíces y, para el año 2003, la de empresas desarrolladoras de fraccionamientos, particularmente de tipo residencial. No se trató de diseñar políticas de desarrollo inmobiliario para clases medias o medias bajas, no fue la idea resolver el problema de vivienda en San Miguel (si es que lo existía), sino de políticas de especulación de tierra y vivienda, dada la burbuja de altos costos que se fue creando ante la promoción de San Miguel como una destino que daría certeza a inversiones cada vez más cuantiosas, garantizando una alta rentabilidad a las mismas.
El Partido Acción Nacional logró, para el trienio 1997-2000, ganar al PRI por primera vez en la historia del municipio la presidencia municipal. De los nueve trienios ocurridos desde entonces, siete han sido ganados por el PAN. Y es justamente con estos gobiernos de corte conservador, aliados de los intereses de los medianos y grandes empresarios de la localidad, que se da el fenómeno que Abel Hernández Guerrero denomina como el Boom Inmobiliario en San Miguel de Allende[5]. Durante el trienio 2003-2006 inicia un proceso de autorización de desarrollos inmobiliarios nunca antes visto en la historia de la ciudad, inercia que continúa hasta las actuales autoridades municipales. En el mismo documento, señala Hernández Guerrero que para 1998 la ciudad contaba con 72 asentamientos urbanos; doce años después, para el 2010, se tenían 119 asentamientos, un 65% más que en la década anterior. El número de tomas domiciliarias de agua potable creció en cerca del 46% durante ese periodo. El crecimiento y consiguiente deterioro continúa: plazas comerciales como La Luciérnaga (Liverpool, Soriana, Cinemex y MacDonalds como negocios ancla), grandes tiendas de autoservicio como LaComer (antes Comercial Mexicana), Bodega Aurrerá, recientemente City Market (también del Grupo La Comer) y, muy próximamente Walmart (dentro de una nuevo gran mall denominado Azula 1542), dan muestra de ello.
Decenas de nuevos fraccionamientos continúan aprobándose y construyéndose, muchos de ellos con una densidad de población muy baja, con la consiguiente necesidad de abastecimiento de servicios, particularmente el del agua, cada vez extraída de pozos a mayor profundidad, cada vez traída de más lejos. El gobernador del estado, anunció la inversión de más de 900 millones de pesos para construir el llamado Bulevar de la Libertad, sobre la carretera San Miguel-Dolores Hidalgo. Según la página del gobierno municipal de San Miguel de Allende de enero del 2020, “este proyecto contempla la modernización de 31.7 km de la carretera Federal 51 que conecta a estos dos municipios, con una inversión superior a los 900 millones de pesos, en la que destaca el recurso brindado por parte del Gobierno Estatal. Cabe destacar que es un plan integral que contempla la ampliación a 4 carriles, una ciclovía moderna, imagen urbana, vialidades laterales, estabilización de taludes, estructuras mayores y puentes peatonales”.[6]
Si bien el proyecto no se ha concretado, sí vemos ya en los linderos de la carretera desarrollos inmobiliarios, en su gran mayoría residenciales y residenciales-campestres, para personas de alto poder adquisitivo. El negocio de fraccionamientos y desarrollos de todo tipo es evidente.
Comenta Abel Hernández que hace ya 15 años, en 2006, un grupo de sanmiguelenses y otros que no lo son pero radicados en la ciudad, constituyeron el grupo Basta ya a la destrucción de San Miguel de Allende, grupo que en su blog preveía: “La transformación que está sufriendo nuestra ciudad es evidente para todos. La vemos cambiante y azorados caminamos por sus calles… Cada día nos despertamos con una novedad y asistimos a ella como mudos testigos… Hay otros cambios brutales que veremos en los próximos meses y que aún no divisamos. La cantidad de fraccionamientos que se han autorizado y que imprimirán una fisonomía urbana cercana a las ciudades que nos rodean, Celaya, Querétaro y León por nombrar algunos ejemplos. La pequeña población que nos encantó por su quietud, por sus calles y plazas desaparecerá en breve en aras de lograr la modernidad. Qué pasará con el agua, el tráfico, la seguridad, la contaminación, y con los edificios que crecerán como pulpos aprisionándola…”[7]
San Miguel de Allende, en el clímax de su gloria, como Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad y una de las mejores ciudades para visitar y en dónde vivir (como se viene promocionando), comienza a gestar, víctima de la ambición, la deshonestidad de gobiernos y la corrupción, su probable ruina.
En su edición del 22 de septiembre, Somos Mass99 publicó la primera parte de este artículo. Se puede leer en el enlace.
Notas:
[1] López Espinoza, José. La Villa de San Miguel el Grande y Ciudad de San Miguel de Allende. Colección Monografías Municipales de Guanajuato. Edición del Gobierno del Estado de Guanajuato, 2010.
[2] http://rosali2018.blogspot.com/2018/10/stirling-dickinson-1909-1998.html
[3] G.I. Bill es una ley que oficialmente se denomina Servicemen’s Readjustment Act. Fue firmada por el presidente Franklin D. Roosevelt el 22 de junio de 1944, estableciendo fondos para los veteranos de la Segunda Guerra Mundial para educación, seguro de desempleo y vivienda, https://www.ourdocuments.gov/doc.php?flash=false&doc=76
[4] https://en.wikipedia.org/wiki/Stirling_Dickinson#San_Miguel_art_schools
[5] Hernández Guerrero, Abel. El boom inmobiliario y el desarrollo urbano en San Miguel de Allende, Gto., 1990-2010. Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2013.
[6] https://sanmigueldeallende.gob.mx/presentan-proyecto-del-bulevar-de-la-libertad/
[7] Hernández Guerrero, Abel, Op cit.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Jezael Melgoza (@jezael) / Unsplash.
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