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Jatzibe Castro*
Miércoles 4 de septiembre de 2024
Bendita soledad
Antes le daba tristeza llegar a un aeropuerto sin que alguien la recibiera, ahora, como no lo espera, no le importa. Es llegar y dejarse apapachar por ella misma en el lugar al que llega. Sus pensamientos vuelan, sus ojos observan, su humanidad se mueve hacia la salida del mundo que visita, y de alguna manera se siente renovada, porque cambiar de lugar renueva, para bien o para mal, renueva. Aunque la mayoría de las veces es para bien, ¿cuándo podría ser para mal? Si se toma la decisión de viajar hay un motivo que es motor del cambio de escenario, de costumbres, sabores, paisajes, caras, gestos.
Aunque aquel verano en que el motivo era encontrarse con el Juanpe del pasado, tenía la sensación de que sería para mal, solo la sensación, una premonición, una alegoría que la llevaba a sentir raro. Y se encontró con que fue a buscarla al aeropuerto. No lo esperaba, estaba acostumbrada a que nadie la recogiera. Recordó al verle que en su último mensaje mencionó la aerolínea y la hora en que saldría. Seguro hizo conjeturas y calculó la hora de llegada —pensó—. El caso es que ahí estaba. Con 40 años más, sin pelo y con la barba recortada y blanca, delgado, sin garbo pero erguido, como lo recordaba. ¿Tendría algún caso ese largo viaje?
Las redes sociales, que por lo general no la entusiasman, aunque a veces le resultan entretenidas, habían sido la vía para el reencuentro, que nunca imaginó ni buscó.
Él en cambio, tenía el pendiente desde aquella primavera en que desapareció de su vida como ráfaga y no se le volvió a ver ni el polvo. La relación apenas había iniciado, estaban en la primeras etapas del enamoramiento, conociéndose, descubriéndose, regalándose charla y paseos por parajes nuevos para ambos. Estudiaban juntos, pasaban horas acompañados, conviviendo solos o con los compañeros de curso que eligieron. El entorno nutría su alegría de vivir, cuando llegó aquella carta que le escribieron sus padres. Estaban juntos cuando él la empezó a leer. Ella notó cómo le fue cambiando el semblante, como pasó de la tranquilidad a la sorpresa, la zozobra y la tristeza.
Los padres de aquel hombre que iba a cumplir 30 años, le contaban del embarazo y el aborto de la novia con la que había terminado antes de partir y habían decidido, sin consultarlo, que ella debía alcanzarlo en el lugar donde se encontraba. Estaba listo el día y la hora en que viajaría y solo le avisaban.
Aún pasmado, no esperó a rumiarlo, dijo de golpe lo que pasaba. Ella sintió su angustia y vaguedad. Había empezado algo nuevo pensando que el pasado estaba cerrado y nada de eso. Se había quedado abierto , se había roto, y ahora lo alcanzaba sin darle oportunidad de opinar. Lo que sí podría hacer era hablar claro.
— Me siento culpable por no haber estado con ella en los momentos en que necesitaba apoyo
— Pero tú no lo sabías, ella no te lo dijo
— De todos modos, debí estar ahí
— Si tú lo dices
— Llega en dos días
Silencio de ella. Silencio de él
— Iré por ella
Silencio de ella y de él.
Y desde aquel momento de hacía 40 años, nada, ni una señal, nada.
Hasta el día en que llegó un mensaje que parecía viajar en el tiempo sin más. — Hola, soy Juanpe, el de Figueras, el que se fue y nada dijo, el que te debe una explicación y te pide escucharlo. Te invito a vernos, dime cuando puedes viajar y te envío el pasaje.
Estaba en el aeropuerto, con su cara de antes aunque con muchas arrugas, sus ojos chiquitos y su voz que ella no reconoció. Era un extraño que le traía desde los años el recuerdo de lo que no fue aunque haya querido empezar a ser, con la remembranza de lo que siguió de aquella despedida sin adiós y le dejó tristeza y vacío. Cuando decidió viajar no pensó en eso, al verlo se le vino encima el marasmo que provocó su partida sin palabras, su abandono, su falta de valor y su desaparición absoluta.
No esperó a salir del aeropuerto, al sentir de golpe las secuelas y pensar en ráfagas lo que siguió en su vida durante 40 años, sin mediar palabras sin sentido, fue asertiva:
— Ya no importa lo que digas
— A mi si me importa
— No importa que te importe, no sé a qué vine, no lo necesitaba
— Querías saber
— Creo que no
— Déjame explicarte
— ¿Para tu resarcimiento?
— Aunque sea solo por eso
— En verdad, y me lo digo a mí, no lo necesito
— Entonces por curiosidad
— Sería solo por eso, aunque es muy pobre razón para entrar en el pasado, ese que se fue y aunque dejó tristeza, esa tristeza también dejó de ser.
Comprendió entonces que ni el resarcimiento ni la curiosidad ni algún sentimiento hacia aquel hombre la llevaron a aquel encuentro, supo que lo que la movió era el simple hecho de viajar y llegar al aeropuerto sola, dejarse apapachar por ella misma en el lugar al que llegaba. Dejar volar sus pensamientos, sus ojos observando, su humanidad moviéndose hacia la salida al mundo que visitaba, y de alguna manera sentirse renovada, porque cambiar de lugar renueva, para bien o para mal, pero renueva. El motor del cambio de escenario, del cambio de costumbres, sabores, paisajes, caras y gestos, era viajar y refrescarse.
— No quiero escucharte, no me interesa, prefiero mi soledad. Esa nunca me deja. Esa no da tristeza, más bien reconforta, esa no se despide sin decir adiós.
* Jatzibe Castro es pintora y escritora.
Twitter: JatzibeCM
Instagram: Jatzibe_Castro
Ilustraciones de portada e interiores: Detalles de una imagen creada por Vilius Kukanauskas en Pixabay.
14 Comentarios
Querida Jatzibe me encantó tu texto, pocas veces se aprecia la «soledad acompañada» el poder estar contigo misma, darte un abrazo y sentirte plena.
Así es Trini. Es un gran placer!!
¡Hola! Interesante reflexión y nuevas miradas ante lo que no fue y después del tiempo pasado han perdido significado. Me quedo con la oportunidad de viajar y conocer todo lo que el lugar ofrece a las personas. Abrazos y ¡gracias por compartir :D!
me gustó mucho! es cierto que cambiar de lugar renueva y que la soledad siempre está, y gracias por enseñarme a estar sola y disfrutar mi propia compañía ❤️
Hasta que te sientas cómodo estando solo, sabrás si eliges a alguien por amor ó por soledad…
Sabias palabras
Hermoso texto! Gracias Jatzibe
Me encantó! Gracias
Es una gran enseñanza para reconocer lo importante que es entender, que la soledad es lo único que nos acompañará a lo largo de nuestras vidas, que, por lo tanto debemos de estar conscientes de que, debemos de enseñar a nuestra descendencia a querernos y honrarnos: el gran y único amor, somos nosotros mismos
Me sorprendes cada vez. La soledad ese sentimiento que deberíamos aprender hacerlo nuestro y llevarlo con nosotros, donde vayamos y estemos con quien estemos. Es una gran compañía, aunque hasta terminar de entenderla pasa mucho tiempo de sufrir y hasta llorar, pero te acostumbras y es tu compañera incondicional.
Gracias. Un fuerte abrazo pronto lo pondrás en un libro de ensayos. Felicitaciones
Así es. Una misma, amiga incondicional!!
Siempre de la mano de Dios creo que no hay soledad, quizá algunos momentos que nos permitimos y es sano tener para meditar y seguir adelante, vuelta a la siguiente página para disfrutar nuevos horizontes, un abrazo Jatzibe Saludos!!!
Es importante saber disfrutar del propio espacio sin sentirse solitaria.
Gracias por compartir
Una soledad que busca excusas no es soledad