SOMOSMASS99
Jatzibe Castro*
Viernes 15 de diciembre de 2023
Intangible, tangible
Su mutuo gustarse había sido intenso desde la adolescencia, con destellos de miradas que lo dejaban ver, con pensamientos secretos que ocultaban el temor de no ser correspondidos. Anduvieron por rumbos paralelos: sus padres antiguos conocidos, vecinos por aras del destino, actividades vespertinas coincidentes, encuentros fortuitos, sincrónicos momentos en que se observaban en silencio e imaginaban arrumacos.
En ese tiempo, una sola vez estuvieron muy cerca, sucedió al cruzarse en el pasillo de la casa donde se festejaba a un amigo común. Ante la oscuridad velada por luces centellantes, tuvieron certezas de origen ancestral que ya no olvidarían. Sus cuerpos apenas separados por centímetros, ella mirando sus ojos de gato y sus labios delineados y carnosos, él hechizado por sus ojos de mirar profundo y desconfiado y la dulzura de aquel rostro que lo había cautivado desde la primera vez que la vio. Ambos sintieron el latir acelerado dentro de su esternón y su piel sensiblemente despierta y sudorosa y se perdieron en instantes dilatados, creando una imagen que grabaron en su mente en el momento en que se detuvo ese tiempo de su aventura juntos.
Cuando la energía está conectada entre dos seres, no se sabe cómo, pero se siente, lo físico y lo químico ayudan en esta realidad en la que coinciden por designios desconocidos, lo demás no es tangible ni explicable, solo se sabe que es y con eso basta.
Pasó el tiempo, seguían con sus vidas, cada cual por su lado, sabían que existían en el cercano mundo, hablaban con sus amigos sobre el gusto por el otro, si se cruzaban en el cotidiano ir y venir de sus quehaceres, sentían su presencia y la recíproca atracción solo en sus pensamientos y deseos secretos.
Hubo un día en que ella festejaba su cumpleaños, que estuvieron a punto de enlazarse, cuando él decidió llevarle el pastel mas delicioso que había probado. Ella abrió la puerta y se sorprendió al ver los ojos de gato y la sonrisa cautivadora con que acompañaba el postre que le entregó felicitándola, no quiso pasar, ella insistió invitándolo al festejo que sucedería más tarde, él se negó, se había atrevido debido a un reto asumido al conversar con su amigo sobre la manera en que aquella mujer lo cautivaba. ‒A que no te atreves a llevarle un regalo. ‒Claro que sí‒, el momento fue centellante para ambos, pero solo fue eso.
Y ese día ella se hizo de su primer novio, con el que duró años. Él por su cuenta, ya había tenido varias relaciones, chicas que ella conoció cuando iba a su casa y en las fiestas de la colonia. Ambos lo lamentaban en secreto, y no hacían algo en consecuencia.
Su siguiente encuentro fue imprevisto. Circulaban por una avenida importante en la ciudad donde coexistían, y ante el rojo brillante del semáforo hicieron alto, voltearon por reflejo habitual a descubrir a su vecino, se reconocieron de inmediato, bajaron las ventanas de sus autos, se saludaron con sonrisa inevitable y acordaron parar más adelante. En cuanto el rojo se convirtió en verde, acudieron a la cita que les regaló el destino. Ahora adultos, sin haberse visto por años, desconociendo lo que cada cual había recorrido en su vida, estando frente a frente, recuperaron en segundos aquella imagen de los ojos de gato, la mirada profunda, los labios delineados y carnosos y la desconfianza hecha a un lado, y se resistieron a la inmediatez de su último encuentro.
La charla que sucedió al impacto de encontrarse de nuevo cara a cara fluyó como si el entorno no existiera, fueron minutos que se alargaron al grado de que el atardecer los sorprendió sobre el asfalto y, a pesar de que ambos tenían actividades ese día, no dudaron en acordar los detalles de la cita: cenarían juntos.
En medio de una gran tormenta, ya en el auto, nada los detendría. Salieron de la ciudad con rumbo desconocido, solo sabían, nuevamente en secreto, que se querían alejar de tanto deseo reprimido, y el camino los condujo al lugar en donde por fin rompieron las barreras de los prejuicios y los lazos creados en el tiempo que la vida los separó. La neblina y la lluvia fueron la compañía ideal. En un principio, más que palabras, hubo silencios compartidos, ambos mezclaban en su mente lo deseado con lo posible y, sin embargo, esos ojos, añorados por los dos, hablaban lo que las bocas retenían.
Vino la cena y al calor de las copas los silencios se tradujeron en revelaciones de anhelos contenidos. Ambos sabían desde lo más profundo, que compartían el gusto por el otro, ahora flotaban las verdades, los porqués de las reservas y los miedos. Él nunca se animó a invitarla a salir, las costumbres familiares se lo impedían, no podía salir con las amigas de su hermana ni las hijas de los amigos de sus padres. Ella adolescente ingenua e insegura lo veía mayor y pensaba que no se fijaría en ella por la diferencia de edad. Él pensaba que a ella le gustaban los hombres más bonitos que atractivos, ella sentía que a él le gustaban las mujeres más experimentadas. Durante los años que silenciaron el gusto mutuo, siguieron su camino, establecieron relaciones duraderas e hicieron su vida hasta aquel día en que el azar o el destino los hizo reencontrarse.
Después de la cena se cumplió otra fantasía. La Salsa fue el ritmo perfecto para unir la energía en que se traducía su ser y su desear estar cerca del otro. Cóncavo y convexo se acomodaron pronto, y al calor de la cadencia de “Lágrimas negras”, entre movimiento y proximidad recurrente, sus labios se fusionaron en un beso que les supo a destellos y ambrosía. El entorno dejó de existir nuevamente, solo eran ellos dos, que sabían lo que sentían y más allá del placer de su sensualidad compartida, reconocieron su conexión desde otras vidas. Salieron del lugar deseando dar libertad absoluta a sus cuerpos sedientos del sabor del otro, a sus manos que anhelaban rozar su piel centímetro a centímetro, a sus seres desnudos sentir la agitación del otro y a su existencia eterna potenciar al fin lo que habían suspendido tanto tiempo.
Se fueron encendiendo el uno al otro, los poros de su piel se volvieron pistilos que en la boca del otro eran néctar. Vivieron el momento tan lentamente que los minutos se hicieron siglos y ellos moléculas vibrantes que iban y venían, atravesaban el espacio de sus materialidades y conectaban la energía que los hacía percibir más allá de sensaciones hasta entonces conocidas. Cuerpo, tiempo y espacio se confundieron, los enlazaron y ellos se dejaron envolver en el ensueño de su entrega.
Entrega que ya no fue momentánea ni solo física, su comunicación fluyó, se convirtieron en amigos y cómplices, entablaron conversaciones que enriquecían su día a día, compartieron angustias y alegrías. Sabían que su realidad les implicaba hacer las cosas diferente y estuvieron dispuestos. Lo que vino después no fue la tradicional construcción de cotidianeidades, al pasar de los años se acompañaron siempre, estuvieron cercanos en el tiempo y espacio, en sus sueños conectados, en su telepatía inmanente. Más allá de la realidad que los circundaba y que imponía barreras convencionales, ellos sabían lo que había de por medio, su conexión perene, su libertad de ser con el otro en su piel, en su pensar, en su quererse.
Él no está más, se separaron en esta vida bailando “Lágrimas negras”, mas no es impedimento, en ella es reminiscencia, fulgor y fantasía, inenarrable lo que saben sus esencias, solo es segura su cohesión material en el porvenir, ahora etérea.
* Jatzibe Castro es pintora y escritora.
Twitter: JatzibeCM
Instagram: Jatzibe_Castro
Foto de interiores: Bruno / Pixabay.
Foto de portada: Manfred Antranias Zimmer / Pixabay.
14 Comentarios
Lo disfruté a mares
Me recordó a una pareja que conozco, por lo menos hasta el último párrafo.
Historia de vida!
Vida, solo es una vez apasionante
Me encantó! la vida real de un sueño.
Tu me quieres dejar, yo no quiero sufrir,
Contigo me voy mi santa aunque me cueste morir…
(“Lágrimas Negras” Bebo Valdés y El Cigala)
Un relato sensual y extraordinario.
Esa meta. Una gran canción!!
Que excelente manera de expresarse y escribir, una historia con inicio intangible, logró vivir tangible y el final intangible, No se pueden tocar ni sentir, pero sigue teniendo una importancia trascendental que no terminará
Seguirán bailando “Lagrimas Negras”
La selección de palabras no pudo ser mejor para esta historia de amor sin fin…, pero se puede seguir bailando que no?
Leí tu texto
¡Qué onda con las tradiciones culturales! Sin duda el llamado de las oportunidades es una realidad y lo escrito, ¡escrito está! Abrazos, felices fiestas y vivan los encuentros como el narrado.
Hermoso relato en este mes decembrino de amor esperanza encuentros y Magia
Felices fiestas
Es una historia de amor, enmarcada por la fuerza de las tradiciones, fáciles de romper cuando se trata de cumplir con la esencia de la pasión y de la ilusión largamente acariciada
Que bonita historia de amor, de amarse juntos y separados. ❤️