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Andrey Sushentsov*
Martes 31 de enero de 2023
La búsqueda de grietas en la coalición antirrusa de estados occidentales es inútil. Washington mantiene con seguridad la iniciativa y literalmente tuerce los brazos de los estados que corren el riesgo de alzar su voz a favor de la paz en lugar de la guerra.
Al considerar las principales tendencias de la actual crisis internacional, se hace evidente que la iniciativa pertenece en gran medida a los Estados Unidos. El objetivo de Estados Unidos es evitar que el mundo se vuelva policéntrico y consolidar su hegemonía para el resto del siglo 21. Para lograrlo, Washington está tratando de provocar a Rusia y China con el fin de obligarlos a tomar medidas drásticas que alienarán a sus aliados. Como resultado de la violación de las relaciones entre Rusia y China y sus respectivos aliados, Estados Unidos cuenta con la liberación de importantes recursos materiales que pueden utilizarse para fortalecer su propia influencia.
La segunda tarea de los Estados Unidos es limitar el crecimiento económico de sus propios aliados y obligarlos a someterse a la disciplina aliada. Estados Unidos tiene la intención de eliminar los impulsos de autonomía estratégica, tanto dentro de la Unión Europea como entre sus socios y aliados en Asia. Washington espera que, a consecuencia de ello, fortalezca su papel como participante clave e indispensable en las asociaciones militares multilaterales de las que forman parte sus aliados.
En una labor por separado con cada país, Estados Unidos busca involucrar a sus socios en el este de Asia en los conflictos en Europa, y viceversa. Esto explica las exóticas negociaciones sobre el suministro de tanques surcoreanos a Polonia. Aunque no existe una conexión completamente directa entre la crisis ucraniana y la situación en torno a Taiwán, Estados Unidos está haciendo todo lo posible para crearla artificialmente. El desafío de la situación internacional actual es que Estados Unidos no puede permitirse participar simultáneamente en un conflicto con Rusia en Ucrania y con China en Taiwán. Esto obliga a Washington a retrasar la ayuda militar a Taiwán.
Los aliados en la coalición antirrusa juegan diferentes papeles. El grupo más radical en Europa incluye Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Eslovaquia y la República Checa. Se ofrecen como un instrumento de la política estadounidense, ven su tarea en conseguir que los Estados Unidos se involucren tanto como sea posible en los asuntos de Europa. Los «radicales europeos» buscan utilizar esta participación como una palanca en su propia lucha con los estados de Europa occidental, a los que critican por su «apaciguamiento» de Rusia.
Aparte está el segundo vasallo de la política global estadounidense, Gran Bretaña, que funciona como una especie de mano derecha de los Estados Unidos. Con este estatus, Londres a menudo se permite estar por delante de Washington, dando así a su socio principal la oportunidad de actuar como un jugador internacional más moderado.
El grupo de estados cautelosos incluye a Francia, Italia, Alemania, etcétera, que no tienen iniciativa política y se esfuerzan por crear condiciones en las que se reviertan las consecuencias más radicales de la crisis. Pero las consecuencias económicas de esta crisis se desarrollarán a su costa. Actuarán como los principales patrocinadores para la compra de costosos recursos energéticos estadounidenses y como proveedores de seguridad económica para los países de Europa del Este.
Un grupo separado consiste en los países oportunistas. En Europa, estos incluyen Hungría y Turquía. Están buscando una manera de proteger sus propios intereses, incluso a través de la negociación con los Estados Unidos para lograr el desarrollo más satisfactorio de los acontecimientos en el continente para sí mismos. En las acciones de los países oportunistas, los contornos de un futuro mundo policéntrico son bastante visibles. Estos países ocupan un lugar especial en la coalición antirrusa: están unidos por la búsqueda de la paz, e interesados en el policentrismo, ya que son estas condiciones las que les permitirán mantener la libertad de maniobra en su política exterior y garantizar su seguridad económica, principalmente en lo que respecta a la importación de energía, recursos minerales y alimentos rusos. El comportamiento de estos países refleja el de los estados del Golfo, los países de África, América Latina y otros.
Con el tiempo, tanto Corea del Sur como los países de Europa Occidental pueden inclinarse hacia un comportamiento oportunista. Se sienten apretados en la nueva guerra fría, que reduce su margen de maniobra y los obliga a tomar posiciones más radicales. Todos son conscientes de que la crisis actual no tendrá un final inmediato, por lo que asumen que continuará mientras planifican su actividad para los próximos años. Al mismo tiempo, son conscientes de que esta crisis perjudica indirectamente sus propios intereses, reduciendo tanto su importancia política como sus oportunidades económicas, afectando la estabilidad de las cadenas productivas, la logística, la seguridad económica y la situación estratégica en el continente. En tales condiciones, con el tiempo, estos países estarán más atentos a los intereses de Rusia, lo que permitirá llevar a cabo un diálogo más enérgico y productivo con ellos.
Sin embargo, por el momento, la búsqueda de grietas en la coalición antirrusa de Estados occidentales es inútil. Washington mantiene con seguridad la iniciativa y literalmente tuerce los brazos de los Estados que corren el riesgo de alzar su voz a favor de la paz en lugar de la guerra. En este asunto, Estados Unidos tiene un grupo de aliados influyentes entre los países radicales de Europa del Este que se presentan como una frontera de seguridad, que, por supuesto, debe fortalecerse para luchar contra Rusia.
* Andrey Sushentsov es director del Programa Club de Debate Valdai y decano de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú.
Fuente: Club Valdai.
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