SOMOSMASS99
David Bacon* / SomosMass99
Jueves 8 de febrero de 2024
Humberto Montes de Oca es secretario de Relaciones Interiores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Originalmente era un estudiante de arte de clase trabajadora que se volvió activo en los movimientos políticos de izquierda del período de la Guerra Sucia en México (década de 1970 a principios de 1980). Se unió al SME como un acto político para formar parte del movimiento obrero radical del país y pronto se convirtió en uno de sus líderes más importantes.
En 2009, la administración mexicana de Felipe Calderón disolvió la Compañía de Energía y Luz del Centro de México, uno de los dos proveedores nacionales de energía eléctrica del país. Luego declaró que el sindicato era inexistente y despidió a sus 44.000 miembros. Mientras que otras administraciones habían considerado al SME, uno de los sindicatos más antiguos, democráticos y radicales de México, como un oponente político, ningún gobierno antes había dado un paso tan extremo.
Aproximadamente la mitad de los miembros del sindicato decidieron resistir el ataque y comenzaron un esfuerzo que continúa hoy para recuperar sus puestos de trabajo y sus derechos laborales, incluido el contrato sindical. Mantuvieron intactas la estructura y la sede del sindicato y luego crearon una cooperativa de trabajadores aliada para generar trabajo y ayudar a los miembros a sobrevivir. Los demás miembros aceptaron el paquete de indemnización del gobierno y renunciaron a sus derechos sindicales y laborales.
En esta entrevista con el periodista David Bacon, Montes de Oca describe el estado actual del gremio y su relación con la administración progresista del presidente Andrés Manuel López Obrador. Habla sobre la forma en que el sindicato organiza y educa a sus miembros internamente y ubica al sindicato en el contexto nacional e internacional actual. La entrevista ha sido editada para mayor claridad.
El estado actual de la reforma laboral
Hoy nos encontramos en una situación creada por la reforma de la libertad sindical de 2019. En cierta medida esa reforma fue impuesta al gobierno por la presión de los sindicatos de Canadá y Estados Unidos, como parte de la negociación del nuevo tratado de libre comercio T-MEC (Tratado – México Estados Unidos Canadá). Se presionó a México para que hiciera cambios en la representación sindical porque el charrismo y los contratos de protección patronal se utilizaban para abaratar la mano de obra de los mexicanos. Los trabajadores de Canadá y Estados Unidos estaban en desventaja. La inversión de capital llega a México debido a estas condiciones más favorables. Es una forma de dumping social.
En México, argumentaron esos sindicatos, los trabajadores deberían tener mayor movilidad, mayor capacidad de defender sus intereses para aumentar sus beneficios e ingresos. Esta reforma se implementó usando esta lógica. Requiere que todos los sindicatos demuestren que son representantes legítimos de los trabajadores y creen contratos laborales colectivos legítimos. Estos dos elementos están generando una nueva situación en nuestro país. Los sindicatos empresariales y de protección patronal se opusieron a esta reforma porque va en contra de sus intereses. Pero también se han adaptado inventando una estrategia en la que pasan por el proceso, pero en realidad todo sigue igual.
Los charros pueden legitimarse porque tienen el control de los trabajadores. Ellos mismos organizan el proceso y pueden manipularlo. Los trabajadores no tienen información, no tienen formación y no tienen iniciativa. A los políticos también les conviene que las cosas sigan igual, ya que estos charros todavía pueden producir votos.
Es cierto que los sindicatos norteamericanos y canadienses buscaron integrar el capítulo laboral del T-MEC con las reformas laborales en la legislación mexicana. Pero también es cierto que en el sindicalismo mexicano existe una tradición de lucha democrática. En los años setenta, ochenta y noventa se libraron duras batallas por la democracia sindical en nuestro país. Nuestra propia supervivencia como sindicato ha sido una lucha por la democracia sindical. El sindicalismo democrático libró muchas batallas por la democratización, pero no se estructuró como una sola fuerza que llamó a la puerta y dijo: «Queremos una reforma». Los abogados demócratas estuvieron entre los promotores más importantes de la reforma, porque muchos de ellos participaron en los movimientos democratizadores.
Pero la reforma creó órganos, como el Centro Federal de Registro Laboral, que ejercen poderes muy arbitrarios de una manera que no corresponde al espíritu de la ley. Toleran el incumplimiento por parte de algunos sindicatos y exigen el cumplimiento estricto de los procedimientos con otros. ¿Quién decide? Existe el peligro de que los propios sindicatos pierdan su autonomía y el movimiento sindical su independencia.
Sin embargo, hay grupos de trabajadores que están aprovechando la situación para liberarse de los sindicatos charros. El ejemplo más claro es la victoria del sindicato independiente en la planta de General Motors en Silao. Podemos ver que es posible que los trabajadores, utilizando este proceso de legitimación, desplacen a los sindicatos charros y logren una auténtica negociación colectiva.
Entonces hay dos tipos de resultados. Por un lado, un proceso simulado permite legitimar sindicatos charros y de protección mediante un procedimiento fraudulento. Por otro lado, un proceso auténtico permite desplazar a los charros y crear nuevos sindicatos democráticos. Esto está sucediendo en paralelo. Celebramos la creación de las Casas Obreras [centros comunitarios que ayudan a los trabajadores a organizarse] que brindan información y que difunden conocimientos sobre la ley que pueden usarse para desencadenar la democratización de los sindicatos. Apoyamos esto y debemos trabajar para ayudarlo a tener éxito.
Desafortunadamente, todavía no existe ningún compromiso para que los sindicatos independientes establecidos impugnen de manera generalizada la antigua estructura de la CTM [Confederación de Trabajadores Mexicanos – la federación aliada del antiguo partido político gobernante de México, el PRI]. Los sindicatos democráticos están fragmentados. No tienen, con excepción de la nueva Central Obrera, ninguna intención de promover un proceso amplio de democratización. Existen en un mundo cerrado propio y no tienen ningún plan para expandirse fuera de él. Esta es una política conservadora: conservar tus recursos dentro de tu propio espacio y no enfrentarte a los charros.
Estos sindicatos sólo piensan en «mis problemas», «mis demandas», «mi conflicto», y no se involucran en nada más. En otras palabras, no tienen intención de generar un movimiento más allá de lo que conciben como su propio espacio. Al mismo tiempo, la izquierda ya no habla de sindicatos. Está perdiendo el vínculo con los trabajadores que tuvo en el pasado. Eso debilita las posibilidades de un cambio democrático.
La nueva Central Obrera, sin embargo, sí propone una campaña nacional para la democratización de los sindicatos. Las condiciones son buenas para ello porque muchos contratos no fueron legitimados y desaparecieron. Esto crea un vacío y tenemos que saber llenarlo. Para eso necesitamos un movimiento obrero que se considere una clase, más allá de sectores o ramas individuales. La Convención Nacional Democrática de Trabajadores se basa en esa idea.
No estamos diciendo que todos deban simplemente unirse a la nueva Central Obrera. Estamos diciendo que la nueva Central y las organizaciones de otros sectores que quieren un movimiento por la democratización sindical en nuestro país deben unirse. Tenemos cuestiones comunes: libertad de asociación, democracia sindical, seguridad social, pensiones, jubilaciones, salarios: la base para generar un movimiento. En ese movimiento hay lugar para muchos esfuerzos, incluidas las Casas Obreras, los nuevos sindicatos y federaciones de sindicatos emergentes y los viejos pilares del sindicalismo democrático como el SME. Quizás a medio y largo plazo se produzca un reagrupamiento. Incluso si algunos no están avanzando en esa dirección ahora, tal vez más adelante se convenzan de que es necesario y puedan ayudar a construir ese proceso.
Nacionalizando la industria energética
Compartimos con el gobierno la idea de nacionalizar la industria eléctrica. En el pasado defendimos la industria eléctrica nacionalizada, frente a la paulatina privatización que se dio en administraciones anteriores. Una vez que se cambió la ley para permitir la privatización por parte de la oligarquía y las corporaciones transnacionales, impusieron la ley del libre mercado en el sector eléctrico.
Hoy llamamos a revertir la reforma privatizadora estructural de Enrique Peña Nieto, impuesta en 2013. Pero queremos agregarle una dimensión social, el reconocimiento del derecho humano a la energía como un derecho constitucional, y la gestión social de esta área estratégica, con Amplia participación de técnicos, trabajadores y usuarios de energía. Necesitamos investigadores que sepan gestionar esta empresa pública y no convertirla en un instrumento político del Estado y del partido en el poder. Esto es lo que hemos visto frecuentemente en nuestro país, en el caso de las empresas públicas.
Para nosotros no basta con nacionalizar o renacionalizar la industria energética. Necesitamos la gestión social de industrias estratégicas para el bien común, con la amplia participación de la sociedad, de los trabajadores, de los especialistas, de los propios consumidores de energía. El derecho a la energía es un derecho humano inalienable. La solución no es tan sencilla como decir: “Que se haga público y listo”. Debe haber una gestión social con amplia participación social. Lo que tenemos ahora es la burocratización de la gestión: funcionarios públicos que obedecen a la lógica comercial más que al interés general de la sociedad.
El capitalismo de Estado fue muy fuerte en México en los años sesenta y setenta, lo que permitió el desarrollo del modelo que condujo al neoliberalismo. Ahora tenemos un gobierno que pretende recuperar la rectoría del Estado en la economía. Pero eso no garantiza que esté desmantelando las reformas estructurales que los gobiernos neoliberales nos impusieron durante los últimos 30 años. Las ha dejado intactas. No es revertir la dependencia y subordinación de nuestra economía hacia el norte, hacia Estados Unidos principalmente.
Tampoco está revirtiendo las formas de explotación salvaje del capital. Se ha dado un pequeño paso adelante en la regulación de la subcontratación, pero la explotación sigue existiendo. Para que esto cambie, necesitamos hacer más que convertir públicas las empresas. La Comisión Federal de Electricidad, la empresa que suministra energía eléctrica, es una empresa pública, pero eso no quiere decir que tenga carácter social. La empresa aún así te suspenderá el pago si no pagas. Está vendiendo una mercancía. Si consumes y no pagas por ello, estás aislado y no se reconoce tu derecho humano a la energía.
Socialismo significa gestión social. Es un mito que fortaleciendo el Estado avanzamos hacia el socialismo. Este es un país donde el capitalismo es dominante y donde el Estado facilita la acumulación de capital. De modo que fortalecer el Estado no nos llevará al socialismo. El Estado regula el proceso económico para regular el capital o redistribuirlo. A diferencia del capitalismo salvaje, el objetivo de este Estado es convertirlo en un sistema humanitario, regulado y decente, sin dejar de ser capitalismo. Entonces este gobierno quiere imponer ciertas regulaciones al mercado, a las corporaciones, al libre comercio, etc. Pero sigue siendo lo mismo. En el fondo está la relación capital.
Relaciones difíciles con la administración de López Obrador
AMLO [el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador] se postuló para el cargo en 2010, durante la huelga de hambre en la que nuestro sindicato luchó contra el ataque destinado a destruirnos. En una ocasión vino a estar con nosotros. En ese momento se consideraba el presidente legítimo debido a la elección fraudulenta. Nos entregó una carta en la que prometía que cuando fuera presidente en las próximas elecciones, nos reintegraría al mundo laboral. Hasta la fecha no ha cumplido con este compromiso y no ha dado audiencia al sindicato.
En cambio, AMLO ha apoyado a los ex dirigentes de nuestro sindicato, quienes en 2009 pidieron la capitulación del SME. Querían cobrar la indemnización por despido, por lo que dimitieron del sindicato e intentaron disolverlo, liquidando sus bienes y repartiendo el dinero entre los trabajadores. No estuvimos de acuerdo. Nos comprometimos a resistir, no a liquidarnos, y a movilizarnos y luchar contra el decreto de extinción. Ellos abandonaron esta lucha y sin embargo, después de que luchamos durante 14 años, ellos son los que están cerca del presidente.
Algunos funcionarios, como el portavoz presidencial Jesús Ramírez Cuevas y el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, están utilizando a estos grupos disidentes para atacar al sindicato. Ya no pertenecen al SME, pero amenazan con apoderarse de nuestras instalaciones por la fuerza y la violencia y han montado una campaña mediática de difamación. Al final del sexenio de la administración pueden suceder cosas impredecibles. Estamos preparados para enfrentar cualquier agresión por parte de esos ex trabajadores.
La gente de este gobierno cree que el partido gobernante debe tener sindicatos útiles, leales y subordinados. Para ellos, una PYME corporatizada sería útil. Como no hemos expresado ninguna subordinación y salvaguardamos nuestra autonomía sindical, esto no les gusta.
Nuestra organización siempre ha sido crítica. Reconocemos que el presidente está haciendo un esfuerzo por recuperar la soberanía energética del país, pero también tenemos críticas a su política laboral. Hay muchos conflictos y huelgas sin resolver, como la huelga de 3 años en Sur Notimex y la huelga de los mineros en Cananea. No hay solución para nuestros compañeros de la Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación. En resumen, la política laboral del régimen no es lo que uno podría esperar de un gobierno democrático.
El actual gobierno tiene poco diálogo con los movimientos sociales, a diferencia del progresismo en Sudamérica, donde presidentes como Lula, Chávez y Evo Morales han tenido mucha comunicación con ellos. Aquí muchos movimientos sociales que apoyaron a MORENA en 2018 se sienten decepcionados porque no han visto mejorar su situación ni atención a sus demandas. El gobierno propone una relación directa con la población sin intermediarios que exijan soluciones. En su opinión, un sindicato, una organización vecinal o una organización de académicos o investigadores es un intermediario que no necesita ni quiere. En cambio, el gobierno apoya al pueblo a través de su política social y programas de asistencia.
Esta es una política electoral clientelista, y la prueba de su impopularidad es que aquí en la Ciudad de México, Morena perdió la mayoría de las alcaldías en las últimas elecciones. La ciudad ha sido la cuna del movimiento social de izquierda en México, pero no hay una buena relación entre el gobierno y sus movimientos sociales. Eso se reflejó en la votación. Es una política que Andrés Manuel ha tenido a lo largo de su carrera. Nunca estuvo muy cerca de los sindicatos independientes y ahora como presidente no ha generado diálogo ni una relación cercana.
El estado de la PYME hoy
Actualmente contamos con una membresía de aproximadamente 15.000 trabajadores activos y 10.000 jubilados, que provienen de la ex empresa Luz y Fuerza del Centro. Tenemos trabajo en las plantas de generación recuperadas de esa empresa pública, y otros emprendimientos económicos donde tenemos contratos colectivos. Tenemos un convenio colectivo con Generadora Fénix y un contrato con la empresa portuguesa Mota-Engil, donde formamos parte de la sociedad anónima generadora de electricidad. Tenemos derecho al 50% de las ganancias de la empresa. Cuando se organizó la empresa establecimos un acuerdo de coparticipación y reparto de utilidades.
Las centrales hidroeléctricas que opera esta empresa generan alrededor de 100 megavatios por día. La ganancia se distribuye entre todos los miembros del sindicato, trabajen o no para la empresa. Todos los miembros tienen derecho a disfrutarlo. Año tras año calculamos la cantidad, vamos a nuestra asamblea general y la asamblea general decide qué hacer con ella. En ocasiones hemos realizado inversiones en otras plantas de generación. En los últimos años, con la emergencia del Covid y las necesidades de nuestros compañeros, la asamblea decidió una distribución per cápita de todos los dividendos. También creamos un fideicomiso para nuestros colegas que fallecen, para brindar ayuda a sus familiares.
Tenemos otros contratos colectivos con otras empresas, convenios más pequeños, que nos permiten llevar el registro industrial nacional de nuestro sindicato. También tenemos gente trabajando en la cooperativa LF del Centro, que ahora se encuentra en un período de transición. Entonces el sindicato está formado por trabajadores que trabajan bajo contrato colectivo de trabajo, trabajadores cooperativos que trabajan en los proyectos de economía social y solidaria del sindicato y trabajadores que no tienen trabajo.
Estamos incorporando como afiliados a los hijos de los trabajadores en resistencia, no sólo en la búsqueda de empleo, sino también desde la perspectiva social de crear espacios para nuestros jóvenes y niños. Disponemos de grupos para mujeres y para pensionados y jubilados. Bajo la ley mexicana tenemos una dirigencia legal y legítimamente constituida, elegida democráticamente por voto personal, libre y directo. Queremos brindar espacios de participación. Nuestro mandato estatutario dice que debemos velar por el bienestar, la recreación, la difusión y la formación política de nuestros afiliados. Nuestro objetivo es fortalecer la unidad interna frente a un gran desafío: la orquestación gubernamental de un golpe contra el sindicato.
Tenemos fuerte presencia en los estados del centro de México, con estructura gremial en Morelos, Michoacán, Hidalgo, Estado de México y Ciudad de México. Mantenemos una fuerte alianza estratégica con los usuarios de la energía eléctrica -la Asamblea Nacional de Energía Eléctrica- y realizamos jornadas de lucha los días 11 de cada mes. Vamos con ellos a exigir borrón y cuenta nueva, una tarifa social y el reconocimiento del derecho humano a la energía. Recientemente tuvimos nuestra asamblea general extraordinaria, e hicimos balance de la negociación crítica con un gobierno que no cumple su palabra. Nuestro objetivo es la reinserción laboral en la industria eléctrica nacionalizada. Queremos que los usuarios reconozcan el derecho humano a la energía. Los usuarios necesitan hacer borrón y cuenta nueva para que sus deudas sean perdonadas y puedan firmar un nuevo acuerdo con la empresa sin que les cobren grandes cantidades de dinero.
Tenemos muy buenas relaciones con los sindicatos de Estados Unidos y Canadá. La solidaridad trinacional fue muy importante en nuestro caso. Pudimos presentar una queja en el marco del capítulo laboral del antiguo TLCAN gracias a la ayuda de los sindicatos de ambos países. Esa denuncia nos ayudó a presionar al gobierno de Enrique Peña Nieto para que encontrara una solución política a nuestro conflicto. Mantenemos esas relaciones y hay mucho que compartir.
Este vínculo entre sindicatos es necesario para defender los intereses de la clase trabajadora en nuestros tres países. Tenemos situaciones muy diferentes, experiencias culturales e históricas diferentes e incluso las leyes bajo las cuales funcionamos. Creemos que en la ley en realidad hay mayor protección y más libertad para los trabajadores en México que en Estados Unidos, donde la libertad sindical y los derechos laborales están muy restringidos. El artículo 123 de nuestra Constitución y la Ley Federal del Trabajo son producto de nuestros movimientos sociales. Sin embargo, paradójicamente, nuestros niveles de ingresos son mucho más bajos y los sindicatos en nuestro país también operan en nombre de los intereses de los empleadores y no de los de la mayoría de los trabajadores. Y no hay un auténtico respeto por la autonomía de los sindicatos.
Somos parte del proceso de cambio en América Latina. Hemos programado varios eventos que reunirán a trabajadores internacionales de la energía. Tratamos de apoyar a los trabajadores de Francia, que defienden su sistema de jubilación, y al pueblo peruano que está siendo masacrado. Acabamos de firmar una declaración en contra de los ataques a las comunidades indígenas zapatistas por parte de grupos paramilitares vinculados a la élite política en el estado de Chiapas.
Crear una membresía con conciencia de clase
Nuestra visión es defender los intereses de los trabajadores y una vida sindical democrática. Para lograr esto, nuestra organización siempre ha tratado de capacitar a sus miembros políticamente y en términos de la historia y tradiciones de nuestro sindicato. Antes del intento del gobierno de destruir el sindicato en 2009, teníamos una escuela para activistas sindicales con orientación general, organizada y dirigida por colegas jubilados con formación política. Algunos activistas de izquierda se habían afiliado al sindicato para contribuir a la formación política e ideológica de nuestra base social: nuestros afiliados y aliados cercanos. Todos los representantes sindicales debían participar en esta escuela de formación obligatoria. Tuvimos una serie creciente de módulos generales, desde la historia del movimiento obrero y de nuestro sindicato hasta el estudio de la economía política, el materialismo histórico y el marxismo.
Cuando ocupé el cargo de representante departamental, era miembro de base en el departamento de cable subterráneo. Soy un trabajador de distribución clandestina. Tan pronto como comencé a representar a mis colegas, inmediatamente comencé a asistir a estas clases sobre la historia del movimiento obrero y de nuestro sindicato.
Las clases se daban en ciclos cortos, algunos en un curso de cuatro o seis semanas, con dos clases por semana. También hubo otras actividades de formación, como seminarios y conferencias, organizadas por el sindicato. Tuve que ir a varios, pero recuerdo uno en particular sobre geopolítica que fue muy interesante. Los capacitadores provinieron de la universidad nacional y otras instituciones de educación superior, como Alejandro Álvarez y Andrés Barrera. Tuvimos talleres sobre temas organizacionales y muchos foros sobre el derecho humano a la energía y la transición energética.
Pero a menudo fue una educación dogmática y muy sofocante. Era muy rígido, en el sentido de que la realidad se interpretaba con los ojos del pasado. El objetivo era encuadrar la realidad en la perspectiva del ayer.
La prueba del dogmatismo fue que los profesores que impartían esas clases fueron de los primeros en rendirse cuando el gobierno nos atacó en 2009. Traicionaron a la organización porque no entendieron ese ataque ni cómo resistir. Cuando se llevó a cabo el golpe, los profesores de la escuela de formación de cuadros nos pidieron que liquidáramos el sindicato. Creo que en realidad eran pseudomarxistas: gente burocrática y dogmática que no podía generar ideas creativas y un movimiento de resistencia. Se quedaron atrás y al final nos traicionaron.
Lo que había que hacer era crear teoría y práctica basadas en nuevos desafíos y condiciones: una nueva situación con nuevos objetivos. El desafío es comprender la realidad que vivimos y utilizar el marxismo como herramienta metodológica para interpretarla y cambiarla. Lo que ocurrió hace 100 años no se puede repetir ahora. Hay muchos cambios en la economía, en la política, en la ideología, que necesitan un análisis contemporáneo desde una perspectiva revolucionaria, tratando de formular una alternativa.
Cuando cayó el socialismo real existente, se creó una crisis para todos y todavía no podemos salir de ella. ¿Cómo interpretamos esa experiencia fallida, esa derrota histórica? ¿Cómo podemos desarrollar una práctica revolucionaria en la situación que estamos viviendo ahora: una profunda crisis estructural del capitalismo, la devastación ambiental y la intensificación de la explotación y la creciente precariedad del trabajo?
Para algunos, el marxismo permaneció estancado en el tiempo, como si se quedara quieto en una fotografía. Pero repetir las viejas frases no lleva a ninguna parte, repetir los viejos lemas no lleva a ninguna parte. Eso es lo que yo llamo dogmatismo. Somos capaces de crear y recrear ideas revolucionarias a partir de las necesidades de nuestro tiempo, de las nuevas condiciones que nos colocan en una situación diferente a la de años atrás. Ha habido nuevos desarrollos en el marxismo. Para mí el marxismo es una guía. Un marxista tiene que interpretar los acontecimientos desde su comprensión del presente, utilizando este método.
Durante la resistencia al ataque de 2009 se interrumpió la escuela formal de educación política. Nuestra prioridad era responder a la extinción de nuestra fuente de trabajo. Sin embargo, aunque la escuela dejó de funcionar, todavía teníamos talleres, foros, conferencias y seminarios, pero no el programa de estudios de la escuela. Ahora retomamos nuevamente la formación política sindical. Tengo muchos años de formación y quiero compartirla con mis compañeros. Estoy dando cursos taller para formar una nueva dirigencia en el sindicato.
Vamos a reactivar la escuela de activistas. Estoy trabajando con el compañero Hugo Álvarez Piña, nuestro secretario de educación y propaganda, pero queremos reestructurarlo. Tenemos que lidiar con la realidad del cambio generacional y asegurarnos de que nuestros líderes tengan las herramientas y el conocimiento que les permitirán darle la dirección correcta a nuestro sindicato.
Contamos con becas para los hijos de trabajadores que pertenecen al sindicato. Los llamamos hijos de la resistencia, hijos e hijas de los trabajadores que resistieron la extinción de nuestra fuente de trabajo y la disolución forzosa de nuestro sindicato durante los últimos catorce años. Los estamos incorporando a nuestro programa de formación. Reciben una introducción sobre los sindicatos y luego una explicación de cómo nació nuestro sindicato y su historia a lo largo de 100 años. Hablamos de los momentos más importantes de la lucha, de cómo creamos un proceso de resistencia para evitar su desaparición y de nuestra perspectiva de futuro.
* David Bacon es un periodista y fotógrafo que da cobertura a temas laborales, de inmigración e impacto de la economía global en los trabajadores. Es autor de varios libros, como Personas Ilegales: Cómo la Globalización crea la Migración y Criminaliza a los Inmigrantes (Beacon Press, 2009); In the Fields of the North / En los Campos del Norte (University of California Press / El Colegio de la Frontera Norte, 2017); y More than a wall / Más que un muro.
Imagen de portada: Humberto Montes de Oca en entrevista, el 1 de septiembre de 2011, en la plaza principal de la Ciudad de México, el Zócalo, el día en que el presidente mexicano Felipe Calderón pronunció su discurso anual sobre el estado del país. La protesta, denominada Día de los Indignados, fue organizada por sindicatos, incluido el de Trabajadores Electricistas de México (SME), porque el gobierno mexicano despidió a 44.000 trabajadores y disolvió la empresa estatal para la que trabajaban, en un esfuerzo por aplastar su sindicato. Humberto Montes de Oca es el secretario internacional del Pyme.
Fotos de portada e interiores: David Bacon.
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